lunes, 24 de mayo de 2021

DEL SELLO DE LA MUERTE AL CREPUSCULO DE LAS IDEOLOGIAS (final de travesía)

 (píldoras alumbradas al hilo de lecturas como, por ejemplo, ésta)



Por escapar de escapismos descubrí la Realidad... Y, por el momento, me mantengo vivo en este trance, a diferencia del Caballero de la Triste Figura.

Nado mal y sin guardar la ropa (a diferencia de tanto ¿crítico? -las interrogantes son por aquello del freno y marcha atrás- del hoy tan macabramente literal desorden establecido). Pero, en cuanto a odiar, desde el prisma de Pero Grullo, odio mejor (¡pero que mucho mejor!) y atinando más en la diana de lo que se debe buenamente odiar.

Nunca se es tan intempestivo, tan anticlimático, tan aguafiestas como cuando se va de manera resuelta, sin reticencias, al FONDO de las cosas. De ahí que, cuanto más batallaba contra molinos de viento y daba más crédito a quienes menos lo merecían, más presencia tenía en los medios como "opinador".

Siempre he odiado las masas, lo kistch, lo plebeyo, lo vulgar: ese continuum tal vez me haya permitido al fin liberarme de tanto lastre estupefaciente y atender más al meollo, eso tan apasionantemente "aburrido" (aburrido, sí, para las multitudes y los públicos). 

Supongo que la España esperpéntica emanada del 11M, con su mezcla de cinismo picaresco y aversión a lo real, ha sido la terapia perfecta para desintoxicarme de espejismos. 

Nunca escribí mejor: esto es, nunca fui menos leído...

La superación definitiva del quijotismo estriba en valorar más al gestor que al teórico: lo que más estimo en Dugin es haberme llevado, primero, al Padrecito y, después, al Putin Amo


Por cierto, lo de final de travesía tiene un sentido literal si pensamos que EL SELLO DE LA MUERTE fue una de mis primeras lecturas políticas (en aquella edición original que me dejó a comienzos del 77  cierto compañero de colegio mayor de Carlos Berlanga, quien también me vacunó impremeditadamente contra lo pardo cuando me pasó muy ilusionado el MI LUCHA casi al mismo tiempo y este tan cacareado libro me resultó tremendamente ramplón y ejemplo perfecto de la tesis de Fernández de la Mora, tesis que, de haberla conocido en aquellos tiempos, me habría ahorrado años y lustros y décadas de estériles alanceamientos al vacío a lomos de un caballo de madera)

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