miércoles, 19 de marzo de 2008

CONSEJOS A UN AMIGO



(fragmento de una carta de Juan Eduardo Cirlot a Manolo Millares -recogida en la recopilación de correspondencia «DE LA CRITICA A LA FILOSOFIA DEL ARTE»-)

«Necesitarías alguien que te transmitiera una seguridad que te falta y que te quitara el miedo. Me dices que eres neurótico. ¿Estás seguro de ello? Por mi parte, detesto la terminología psiquiátrica que hoy impera; prefiero creer en endemoniados que en locos, excuso decirte en esa zona intermedia de la "neurosis". Si de veras crees que vives en ella, procura curarte (si la interpretas como enfermedad); usa vitaminas; reforzantes de todo género; confiésate con los amigos, con tu mujer, escribe, deshazte de tus preocupaciones. Si prefieres considerar que "eso" es más asunto del alma que de los nervios, mira profundamente en tu fondo y analiza qué te pasa.

Te recomiendo que con cierta frecuencia, una vez por semana al menos, des un largo paseo solitario y te dediques a meditar, pensando y dirigiendo tus ideas (no permitiendo que se te impongan cavilaciones) y sobre todo estableciendo la trayectoria de tus vidas (exterior e interior), por etapas, buscando su "melodía interior", intentando explicarte porqué has dado cada paso y si has conseguido o no lo que querías. Estudia tu existencia a trozos, haz diagramas de ella; analiza tus épocas de victoria y de derrota, tu ritmo de fecundidad y repetición.

Cuando te hayas acostumbrado más a ti mismo y te lleves de verdad a cuestas, conscientemente, tu inconsciente no podrá nada contra ti, o tendrá una virulencia mucho menor. Por otro lado, piensa sinceramente en la finalidad real de tu creación; si es un acto de verdad y de humildad, de afirmación y de proyección, o si buscas más bien dañar por medio de ella. Sólo admitiéndote como eres podrás avanzar algo en la senda del ennoblecimiento y así tu alma irá mejorando y con ella, muy posiblemente, los nervios.

No te quejes demasiado. Tienes una casa, un espacio que es tuyo, puedes ser tú mismo y sabes que otros seres humanos te conocen y te admiran. Tienes libros, cuadros, paredes y lecho. Tienes comida y bebida, luz y sol, tienes una mujer estupenda, bella, graciosa y amable. Deberías, pues, ser feliz. Al menos, bastante feliz. No lo eres, o por desorden de tu vida interior y falta de claridad en el análisis de tus condiciones existenciales (que son prodigiosas, piénsalo, en la época de los campos de concentración), o bien por participar en un dolor más genérico e impreciso.

Sé bien que las personas más dotadas pueden sentirse torturadas por problemas profundos e insolubles: anormalidades sexuales no resueltas, amores imposibles, ambiciones que no se acaban de satisfacer, sentimiento de impotencia ante los grandes logros de las propias finalidades de la vocación. Pero este género de dolor ha de admitirse y utilizarse como estímulo, no como freno ni como maldición.

Puede suceder que una mujer maravillosa, que nos haría dichosos como amante, no nos resulte como esposa pero esto prueba, precisamente, que el hombre no ha sido hecho para la felicidad y que su atmósfera ordinaria ha de ser el sufrimiento. No es posible concebir la "organización de un cielo", hecho a la medida como un traje y comprado pagando el alquiler del piso. Pero esto no es neurosis en la medida que sea conocido y dominado.

Si es insatisfacción artística, pensemos ya que el arte contemporáneo (con todos los logros que no se le quitan) es poca cosa y que va siendo hora, acaso, de abrir puertas hacia un arte desconocido. Piensa si eso puedes hacerlo tú. O si puedes ayudar a que esa vía sea encontrada. Más modestamente, medita sobre la historia de tu creación y procura ver hacia dónde ha de ir, dado lo que ha sido y lo que es. El hecho de que te exprese a ti y que tú te califiques de neurótico no justifica nada. El artista del presente no debe olvidar la existencia real del mundo, de los seres humanos, de la historia del arte y, sobre todo, del universo del espíritu. Intenta ir hacia adelante. Lo conseguirás.»


(debe de ser estupendo recibir una carta así cuando uno está con la depre)

sábado, 15 de marzo de 2008

Lenguas literarias

No es Cela mi autor favorito. Pero la búsqueda de un libro suyo es muy ilustrativa de lo que quiero contar. En librerías atestadas de obras mediocres (las primeras que ves, en promoción, adelantándose a los estantes) es casi imposible encontrar una suya. El Nobel, paradójicamente, continúa leyéndose en las aulas adolescentes. Es lo único que explica el que La Colmena no falte en la estantería de la letra C de escritores hispanoamericanos. La Colmena y Viaje a la Alcarria. Y nada más. Incluso librerías de las que tienen de todo, sobre todo solera y un poquito de elegancia. No es una cuestión de gustos literarios, es una muestra de lectura dirigida. Vale más un Planeta que un Nóbel. Ésta es la primera conclusión.


Parto de la idea de que el libro es rarito, pero el caso es que de cara a una próxima salida, El Viaje al Pirineo de Lérida sólo lo encontré vía Internet en edición primera (tal vez la única) de 1965 (me gustó la fecha, meses antes de mi nacimiento), y a un precio tirado: son las ventajas de ir, aunque involuntariamente, contra corriente. Hoy quien va por Arán tal vez no necesite ver más allá de la nieve.
“En el valle de Arán, amén del aranés, se habla gascón, francés, catalán y castellano, quizás por este orden (que no deja de ser natural y sensato)”.
Dicho en 1965 ¿cómo será hoy? por una persona que conocía en profundidad no sólo el español, también sus alrededores lingüísticos. Capaz de adentrarse en etimologías empapadas de regusto socarrón.
“En Galicia es Puenteareas el raro nombre que se lleva la palma del despropósito; la faena la redondean los veraneantes madrileños al decir Puenteáreas. El nombre lógico sería Ponteareas, y el colonial, Puentearenas”.
Deben ser estos detalles los que distinguen a un Nóbel.

lunes, 10 de marzo de 2008

CRAYONTOMIA PREFRONTAL



Nueva vuelta de tuerca a lo ya dicho aquí (se recomienda como fondo musical para esta entrada el «MONGOLOID» de DEVO –aún mejor en la versión de PARAISO-) (intro basada en un hecho real -le ocurrió a una tía mía y como ella supongo que habrá millones-: a medida que pasaban los años el abanico de sus gustos como espectadora se fue estrechando; dejó de ver películas de tesis porque le producían dolor de cabeza; luego desertó de los melodramas por considerarlos deprimentes; más tarde también la tomó con las comedias de enredo porque se perdía en los argumentos; después, sólo veía programas musicales, concursos de Emilio Aragón, varietés con ventrílocuos y HABLANDO SE ENTIENDE LA BASCA; finalmente se quedaba extasiada ante el ruido blanco de la carta de ajuste o de la nieve sin imagen alguna -«ya están aquíííí», que diría la niña de POLTERGEIST-).


Todos llevan su lápiz de cera alojado en el cerebro. Todos interactúan en armonía. ¿Por qué tú no llevas ese lápiz? ¿Quién te has creído que eres? ¿Cómo? ¿Qué es eso del Conocimiento? ¿A quién coño le importa el Conocimiento? Nunca encontrarás tal cosa. Lo que has de buscar es la felicidad, que desde siempre ha estado reñida con el Conocimiento.

Por no llevar ese lápiz haces daño (con tus palabras, con tus actitudes, con tu desasosiego) a la buena gente que te rodea. Cometes el grave pecado de no atenuar tu yo. Difumina tu identidad, tus impulsos, tus aversiones, tus expectativas. Acepta el adiestramiento. No persistas en ser una anomalía. O acabarás en la más completa soledad llenando tus bolsillos de piedras a la orilla de la Estigia más cercana, o estallando tu cabeza frente a un campo de girasoles.

Exige ya mismo tu crayontomía prefrontal (es un derecho constitucional). Y así tus prójimos disfrutarán contigo y no te sobrellevarán con esa mezcla de pasmo y resignación. Dejarán de considerar tu identidad como una enfermedad, como un exceso, como algo que sólo puede ser admitido en muy rebajadas dosis.

No existe Ligeia. Ni Palas Atenea. Ni siquiera, bajando algo el listón, las putas de MENSA (y aunque éstas existiesen, ¿con qué ibas a pagarlas?). Sólo Lou Salomé repetida una y otra vez («¡EN ETERNO RETORNOOOOOO!», ulula el señor Patata entre morreo y morreo al caballo de Turín). Nadie te acompañará codo con codo en la trinchera del Conocimiento, sólo mariposearán al albur de su capricho y después se irán a libar en otra cabeza (esas malditas calientasabios cuyo recuerdo nos vuelve con hedor a resaca, a colillas flotando en una escupidera).

Abandona. No hay lectores. Sólo visitantes de la feria de fenómenos. Los libros son una perversión de ociosos y snobs. Sintetiza tu lenguaje, vuélvelo eseemesino (sietemesino), decelera tu actividad cerebral. Exige tu lápiz de cera YA.

O, mejor, espera un poco y, con algo de suerte, como te da por cantar en los últimos tiempos, «cuando nuestra riqueza sea tan sólo el Alzheimer, seguro que nos vemos en cualquier fiesta»...