lunes, 28 de agosto de 2017

NUBLADO



Leo bajo el sonido del chaparrón tras los cristales el SAN GENET en sus páginas más explícitas de "bad trip" (se habla de traición como ascesis: traición, soga en casa del ahorcado que se sintió "asqueado" por un Céline previamente objeto de ¿admiración? ¿envidia? y "traumatizado" por los procesos de Moscú, un "trauma" lo suficientemente ambiguo como para dar pie a piezas tan complejas como EL ENGRANAJE o LAS MANOS SUCIAS). Para enjuagarme de oscuridad, alterno con el primer volumen de la CRITICA DE LA RAZON DIALECTICA, siempre más luminoso en tanto que polémico (Sartre se viene arriba anímicamente cuando polemiza, en tanto hay implícita una expectativa nunca abandonada de jugar su rol como líder de una opinión aún por concretar, por construir: al contrario, las biografías -ya lo mostró con Baudelaire, lo muestra con Genet y supongo lo repetirá con Flaubert-, en tanto que juego introspectivo de los espejos, siempre tienen ese tono de bajón, de ojo pipa mirándolo fijo, testigo de todas las dobleces, cual vértice umbilical del espejo de la reina en BLANCANIEVES). 

Podría estar leyendo tantas otras cosas que me esperan en el disco duro y que me resultarían más estimulantes, como las novelas de DEXTER, o cosas de la Highsmith que aún no he catado, o números del ELEMENTOS todavía vírgenes de mi pupila, o ese montón de Barojas cuya relectura me resulta tan adictiva... Pero sé que es éste el momento, la perfecta coyuntura para patinar por la bruñida y seca superficie del ojo pipa. Coyuntura consonante, con estos impasses en proyectos con vocación de insuperables, con estas lamidas de heridas de quienes no hace tanto tiempo se sentían florecer, con estos alejamientos tras reencuentros llenos de luz y promesas, con este limbo que parecía haber acabado y, por el momento, no, ahí sigue, con su kippel, su mierda. Con esta existencia tan tópicamente sartriana. 

A ver si para final de año, coincidiendo con el final de estas lecturas acres y cómplices más en la morbosidad del bajón que en la empatía de la afirmación, el limbo se disipa y sabemos a qué atenernos, si no en todo, en bastante...

Pero, por el momento, está nublado, sí, nublado.