miércoles, 14 de marzo de 2012

TONTERIAS LAS JUSTAS

 
 Estoy tan satisfecho de este post en Facebook
que lo convierto también en entrada luminarca
Está de moda por FB (debe de ser -digo yo- un remanente de lo políticamente correcto) pedir a los malos que no hagan maldades. Me parece tan grotescamente ¿farisaico? ¿goliardesco? ¿coreográfico? ¿Uno se imagina a alguien pidiendo a Mengele que abandone sus experimentos y se dedique a la acupuntura y a la pediatría? ¿De qué va esto?

El chantaje moral es el arma de los malos para confundir a (algunas -desde luego, a mí no-) personas de buena voluntad. Pero pretender usarlo desde la buena voluntad contra los malos (esto es, contra quienes lo inventaron y que, por supuesto, son impermeables a ello) me parece de una alienación supina.

Lo siento, me sigo quedando con el ciudadano que pide su desayuno arma en mano o con el que (más templado e inasequible a días de furia) planea el modo más eficaz de acabar con los malos o, si se trata de pedir, el que pide al Padrino y/o Dios de turno que le resuelva la papeleta. Pero tonterías las justas.
 

martes, 13 de marzo de 2012

MARTES Y TRECE

Perdonen que, a diferencia de tant@s ¿amig@s? del FB, no haga ademanes de quemarme a lo bonzo por los via crucis blindados (al final, siempre caen de pie) de tal juez, tal pope de la SGAE o tal crítico musical. Pero vengo de la compra, de hacer equilibrios funambulares para no salirme de un presupuesto día a día más exiguo, y mis preocupaciones y cabreos son otros.
Me cabrea que el mejor grupo que he tenido jamás para hacer música, tanto en creatividad como en arreglos como en voces e instrumentación, no sea valorado como se merece a nivel económico a la hora de subir a un escenario (lo mismo si tocásemos en el Metro -como ya hizo mi buen amigo Charlie M en sus inicios- o acompañados de una cabra nos iría mejor en ese aspecto).
Me cabrea que las diversas ofertas y propuestas editoriales que se me han planteado en los últimos tiempos no contemplen ni por asomo una práctica, según parece olvidada y por completo obsoleta, que yo sí conocí en los 80: la del anticipo a la hora de firmar un contrato.
Me cabrea que en los 90 se me remunerase cada colaboración en publicaciones tan variopintas y no especialmente mastodónticas en su difusión como PROXIMO MILENIO o DISCOBARSA y hoy, si alguien me propone algo parecido, es siempre gratis total.
Me cabrea que se me exija sumariamente el pago de algo y se demoren siempre los cobros de lo que sea.    
Me cabrea que se me diga, como razón para todo ello, que estamos en crisis al tiempo que, en concepto de subvenciones, trapicheos, sobornos y cambalaches, se esté moviendo de manera disfuncionalmente injustificada cantidades obscenas de capital que no remuneran a quien produce sino a quien se deja corromper.
Me cabrea que, en esta puñetera teratocracia en que hoy malvivimos (incluso quienes creen que viven bien), se recompense la indigencia y la picaresca y se castigue y/o postergue todo lo que pueda oler remotamente a excelencia y a honestidad.
Me cabrea que la hidalguía tenga que casi pedir perdón ante la hijoputez.
Me cabrea tanto que hay momentos en que no sé si podré aguantarlo mucho más.

sábado, 3 de marzo de 2012

EL LIMITE

Jubilado de la opinión, sea. Jubilado de la anécdota tertuliana, sea. Jubilado de la puyita feisbookera (salvo algún -cada vez más- aislado desahogo visceral al sentir mi inteligencia y mi h-o-n-o-r -ese concepto tan alien y anómalo hoy en día- frontalmente agredidos), sea. De vuelta de las mil vueltas (estériles por quijotescas) de combatir a favor de galeotes que acaban revolviéndose contra quien pretendía defenderlos, sea. Procurando la discreción. Procurando la prudencia. Intentando vivir el cuarto final de la vida sin autoinmolaciones gratuitas. Todo ello sea. Pero... eso sí, nunca abyecto ni cómplice de la canallería vigente. Siempre inasequible al silencio cuando el milagro de un justo o de una justa se muestra ante mí señalando honestamente, objetivamente, con justicia (sin débitos a terminal alguna, sin vender ninguna moto, sin sesgar el discurso con parcialidades propagandísticas), que EL REY VA DESNUDO. Félix Rodrigo y Prado Esteban, con su discurso justo, con su palabra justa (y por tanto sustancialmente incorrecta en tiempos encanallados y terminales -necesitados de un De Profundis para redimirse: un De Profundis en que la necesidad redima frente al capricho, en que lo esencial prime y rija sobre lo irrelevante, en que el buen sentido no recule ante el sinsentido...-), hacen más llevadera esta Sodoma (que casa fonética y conceptualmente con Roma, la guarida arquetípica de la Gran Bestia que puso en evidencia una y otra vez la última santa de nuestro tiempo, Simone Weil), este peplum (no es casual que Félix como Prado como su común troquel weiliano tengan tanta querencia por el Medievo, antimateria del peplum), este cul de sac en que lo humano se vuelve pura y dura metástasis y donde el único destino noble es el de esa ínfima minoría de células cancerosas que nos rebelamos contra nuestro karma patógeno y preferimos ser vacuna y antídoto a persistir por la pendiente destructiva y venenosa. Siempre que perciba milagros de realidad y naturaleza y armonía y sentido BUENO que planten cara (pese a lo desproporcionado de la lid) a las enormidades sofísticas, demagógicas, plutólatras, irresponsables, caprichosas, chantajistas, teratocráticas, en una palabra... siempre, siempre, daré testimonio de tales milagros, aunque con ello pueda poner en riesgo una cierta perspectiva de tranquilidad y confort para los últimos años. Claro que ahora ya no sería quijotería estéril, sino INTELIGENCIA, DECENCIA, H-O-N-O-R (sinónimo siempre -como lo que defienden Prado y Félix- de FECUNDIDAD -esto es, lo contrario de la metástasis, de la erección babélica, de la burbuja indefectiblemente cortoplacista-). Y es que el límite entre la discreción y la abyección es nítido y perfectamente RESPETABLE para quienes (tan pocos, por desgracia) lo sabemos percibir.