lunes, 25 de febrero de 2008

BREVIARIO DEL CAOS (otra taza)

El amigo Juanjo (MUNJOIE para los asiduos a este blog) me ha vuelto a regalar un libro importante. Como el anterior (el cirlotiano DICCIONARIO DE LOS ISMOS) pero de otra manera, una criatura entreverada de exabrupto y diagnóstico. Si los exabruptos de Cirlot son congelados diagnósticos, a veces copiosos (nunca vacuos) manuales, y otras concisa cábala de esencia poética destilada en alambiques cada vez más infinitesimales, los diagnósticos de Albert Caraco, exabruptos de hielo quemante, profundamente judíos en su aullido de profeta bíblico, profundamente descastados en su demoledora razón de House cuando le tocan los cataplines (espléndidos episodios llenos de tuétano los dirigidos por J.J. Campanella, cineasta paradójico que cuando rueda en USA alumbra joyas –como las citadas entregas de HOUSE o la película EL NIÑO QUE GRITO PUTA- y cuando lo hace en Argentina excreta esos hórridos excrementos de autojustificación que tanto gustan a la progresía aún rampante), profundamente definitivos en ese terminalismo del suicida y/o suicidador (aunque en la contraportada se mencionen, para compararlo, al farsante Cioran y a Céline, yo le veo más cerca de la discreta mirada de Drieu –el Drieu aforístico de los escritos finales o de las mejores páginas de sus novelas GILLES y EL FUEGO FATUO, ese Drieu en perpetua exigencia de muerte- que del convulso exhibicionismo de Destouches –válido, sí, y magnífico en la forma pero, en cuanto al fondo, siempre menor en relación con Drieu por huir de la muerte en vez de buscarla- y ya no digamos del fraudulento rumano dispensador de coartadas para la autotraición postmoderna; también pienso que las notas últimas del John Doe de SEVEN –previas a su abandono de la escritura para pasar a otro campo más tangiblemente ligado a la Muerte-, de haber tenido existencia real, exhalarían un aroma a Caraco).
Dudé entre encajar estas impresiones como comment dentro del hilo correspondiente a la entrada de Juanjo o (lo hecho) crear una entrada nueva a propósito del mismo libro. Creo que esto da más énfasis y, por otra parte, supone un nuevo puñetazo en la mesa contra el silencio abúlico que parece amenazar al LUMINAR desde comienzos de año.
Caraco también me trae a la mente a Gottfried Benn en su aspecto gris. La foto de la solapilla me recuerda a esos sujetos de los films de Chabrol, desapercibidos heraldos de la segadora de vanidades, burócratas con una vida doble rezumante de consciencia y/o delirio. Pese a tener a mano el Google, me resisto a la tentación de husmear biográficamente sobre nuestro hombre hasta no haber colgado la presente entrada. No me hace falta. El libro lo dice todo.
Y, por acabar con una cita (de los muchos párrafos que hago míos), elijo ésta:

«Por mucho que la nueva revelación nos parezca más que necesaria, antes es necesario que el escándalo explote y que nuestras mortíferas ideas agoten su demencia exhalando su malignidad, no eludiremos la catástrofe, está en el orden y somos sus cómplices, preferimos la catástrofe a la reforma, antes elegimos inmolarnos que repensar el mundo y no lo repensaremos más que en medio de las ruinas.»


viernes, 8 de febrero de 2008

Vivir es un abuso, no un derecho

Intento ser optimista. Esto es lo que dice Albert Caraco en Breviario del caos:

No podremos cambiar nuestras ciudades más que aniquilándolas, aunque sea con los hombres que las pueblan, y vendrá la hora en la que aplaudiremos ese holocausto. Entonces no retrocederemos ya ante nada y habrá quien se muestre el más bárbaro, nos volveremos los sacerdotes del caos y de la muerte, el orden será nuestra víctima y la inmolaremos para que el absurdo cese, llevaremos más lejos las plagas naturales y doblaremos su malignidad. Así castigaremos a aquellos que han nacido indeseables y que se jactan de multiplicarse aún, les enseñaremos que vivir es un abuso, jamás un derecho, y que merecen perecer, porque ocupan demasiado espacio aumentando la fealdad del mundo, abrumado por un excedente de hombres. Queremos restaurar y por eso pensamos en destruir, queremos reencontrar la armonía y por eso armamos el caos de nuestro amor, queremos renovarlo todo y por eso no dispensaremos ya nada. Pues si los vivos eligen la opción de ser unos insectos y de pulular entre las tinieblas, el rumor y el hedor, estamos ahí para impedírselos y salvar al Hombre exterminandolos.


Nietzsche lo dice así:

Han desaparecido ya muchas especies animales; supongamos que también desapareciera el ser humano: en el mundo no faltaría nada. Hay que ser suficientemente filósofo para admirar también esa nada.