viernes, 26 de septiembre de 2008

PURA FIEBRE



ilustración: THE LEFT HAND

sábado, 20 de septiembre de 2008

EVIDENTEMENTE

Buceando por entre la colección de artículos que dan cuerpo al último libro de Ángel González, "Pintar sin tener ni idea" (Lampreave y Millán, Madrid, 2007), me he encontrado con uno de gran interés, producto de una charla que dio en la Fundació Antoni Tàpies dentro del ciclo La imagen fantasma (celebrado en el 2006). Bajo el título "Evidentemente", este historiador del arte vuelve a abundar en su particular tirria a los surrealistas. Al "soñar despierto" y a la escritura automática que preconizaba André Breton -"para mí, soñar despierto es lo que hacen las secretarias cuando leen novelas rosas", apostilla González- opone los peligrosos e inquietantes trances en los que en ocasiones se dejaban caer algunos miembros del grupo, especialmente Robert Desnos. Se plantea aquí una interesante cuestión: qué hubiera ocurrido de haberse perpetuado aquella breve hegemonía de los médiums sobre los "simples soñadores".

Seguramente ya sabemos casi todos de la mandonería de Breton, que acabó por erigirse en juez último de lo surrealista y de lo que no lo era; pero lo que muchos quizá no sabíamos es que la facilidad mediúmnica de Desnos supuso un serio problema para su liderazgo y sobre todo para su proyecto de surrealismo. En esos trances, Desnos hace revelaciones alarmantes que finalmente llevan al jefe del cotarro a cortar por lo sano con lo paranormal y a conformarse con algo mucho menos peligroso e inquietante, pero también menos maravilloso: "soñar despierto".

Veamos la transcripción que hizo Breton de una de las visiones de Desnos en su "Entrada de los médiums":

"-Que voyez-vous?
-La mort."

Aragon, que acabaría también por conformarse con ello, escribe al respecto de estos trances: " En otras condiciones, y por poco que se agarrara a ese delirio, Desnos se convertiría en el jefe de una religión, el fundador de una ciudad, el tribuno de un pueblo sublevado..."

Desnos veía la muerte una y otra vez, y como comenta el autor, versado en este tipo de experiencias (no es mi caso), la de la muerte es una visión habitual en las ingestiones de ayahuasca y LSD; la muerte como prueba inicial para el paso a lo maravilloso. Por lo visto, casi todos convinieron en apartarse de esa amenaza mortal para refugiarse en un terreno algo más acogedor... yo no sé vosotros, pero cuando oigo lo de "soñar despierto", me echo a temblar. González, que prologó la última edición del Diccionario de los Ismos de Cirlot, dijo esto a propósito del poeta y su relación con los surrealistas:

"Pues aunque sé de sobra lo mucho que exagero sobre la índole diabólica del surrealismo, no me cabe duda de que Cirlot ha descendido a sus infiernos para regresar vivo de milagro y poder así visitar nuevos abismos, que ciertamente hay otros aparte de los cada vez más trillados del surrealismo, que ha dejado de ser una encantadora atracción de feria, como las que tanto atraían a Cirlot, para convertirse en un omnipotente y omnipresente parque temático: la clase de horrenda "factoría de sueños" con que ahora nos amargan la existencia. Os digo que Cirlot salió vivo de ahí, lo que tenía mucho más mérito que entrar, e infinito más peligro."

Atentos también a la definición que cita González del "automatismo psíquico" surrealista por parte del crítico literario Jean Starobinski (que estudió la relación entre Breton y la psiquiatría): "materialismo mágico". Y a propósito de la parapsicología y sus promesas para el surrealismo:

"La parapsicología del siglo XIX prolonga bajo una forma degradada, y con el auxilio de una teoría seudo-fisiológica, la tradición milenaria del entusiasmo sagrado y el dictado sobrenatural de la palabra poética. Con o sin el auxilio de la hipnosis, son los videntes y los médiums los que mantienen, incluso en los escenarios del music-hall, las imágenes de los adivinos y de la Pitia(...) Este bric-à-brac, este ritual de carta postal, estos fantasmas de circo, no tenían por qué disgustar a los surrealistas. A ellos les gustaban los azares callejeros y hacer descubrimientos en los mercadillos, y al fin y al cabo la parapsicología es un poco el mercadillo de la mente".

Pero dejémoslo aquí y limitémonos a recomendar la lectura de ese artículo, que estoy seguro de que estimulará el nervio común del Luminar. Advierto de que González habla de muchas más cosas en él: los médiums, los locos y la naturaleza de sus productos artísticos, Dubuffet y el art brut, la fiebre y su relación con el arte, las drogas, etc, etc...González conoce increíblemente bien la literatura artística, y es capaz de traer a colación tanto revistas de la época como correspondencias o novelitas oscuras... también gusta a menudo de irse por las ramas y de exagerar, pero suele ser divertido y muchas veces brillante, como en este caso. Supongo que Magdalena, que fue alumna suya, bien lo sabrá.

Si interesa, podría incluso subirlo escaneado; a fin de cuentas no se trata de subir el libro entero ni nada.

jueves, 18 de septiembre de 2008

MIRADA INTERIOR

photoclaroscuro


“La mirada interior. Escritoras místicas y visionarias en la Edad Media”, obra de Victoria Cirlot y Blanca Garí, acaba de salir a la calle en una nueva edición de Siruela. Solamente el título me ha llevado a un apunte de reflexión sobre la mujer narradora de su experiencia, en un espacio de literatura auténtica que sólo se conquista cuando la letra se despoja de inercias masculinas, o lo que es lo mismo y dicho al revés, cuando puede escribir como el hombre, sin el peso de su feminidad, constreñida a veces por las diferencias y complejos que señalaba Virginia Woolf, otras por el afán de una mal entendida igualdad. Son mujeres que escriben, ajenas a ese movimiento pendular que las limita. Las protagonistas de la entrada anterior serían ejemplos contemporáneos, como aquellas medievales, de una misma secuencia.
Así se me enlazan, puntadas de un mismo hilo a lo largo del tiempo, hechos como la mística y la iluminación en la obra de estas mujeres ¿evasión de la realidad y huida por la calle de en medio?, la censura de textos (como los evangelios de María Magdalena por aquello de que los hemos citado en alguna ocasión) o la exigencia de ese cuarto propio (cuyas paredes a veces obligan a la mirada interior) de la chica de Bloomsbury. Y hacen ridícula – ¡si al menos fuese esperpéntica!- tanta letra de épica feminista a la que se le ve el plumero, esa escritura de mujeres que es la que hoy vende, y lo que es más duro, se lee. Y no tanto ya por lo que cuenta, sino a quien va destinada: no conozco hombre alguno que guste de estos best sellers; no es éste el camino de la literatura universal. En la que no obstante, no faltan evidencias (sirva Baroja) de incapacidad para asomarse al interior de la mujer. Escribir es un verbo y el verbo no tiene género.