domingo, 28 de junio de 2020

DE ANARCAS Y "BIENQUEDARCAS" (y suicidas "de armario")



Cuanto más me interno en los diarios de EJ, más infranqueable veo la linde entre ambas categorías, porque el Anarca actúa desde la soberanía irreductible de sí mismo (gemelo en ello del Atlas en huelga randiano) para mejor aplicar su medicinal veneno contra lo que considera DESORDEN ESTABLECIDO. El otro, en cambio, usa la figura del Anarca como "traje nuevo" con que disimular su acomodaticia desnudez ante lo inaceptable. Desde mis años corazonescos es esta idea una mosca cojonera que no se me quita de la cabeza. Yo soy demasiado quijotesco (es mi tara karmafrénica de la que no me puedo librar -como no pudieron Pound o Unamuno y así acabaron...-) para aspirar a Anarca pero, al menos, sé distinguir entre la excelencia y el fraude. Existe, desde luego, una contrafigura no menos negativa, el fraude quijotoide, el suicida "de armario" que pretende vender como heroísmo sus ansias de autoaniquilación: a veces, se sublima a alturas excelsas a través de la mística y el arte y llega a fundirse e incluso superar al original quijotesco (pienso en una Simone Weil o en un T.E. Lawrence, incluso, a su manera, en el último Mishima, en busca del sol -lo de Drieu es más complejo y no entra en esa categoría: era demasiado honesto en su vocación suicida para caer en subterfugios y en su quehacer político siempre valoró la gestión frente a la mera autoinmolación disfuncional, de ahí sus querencias diplomáticas, tecnocráticas y/o urdidoras de síntesis siempre tendentes al pragmatismo, y aquí podría enlazar un tanto con nuestro Maeztu, tan distinto a primera vista-) aunque otras, abandonando el arte y el pensamiento por el mero activismo político, no logra alzar el vuelo y no pasa de mera anécdota sólo apta para epígonos aún más irrelevantes (el gran momento de grandeza de Ramiro Ledesma está en su fondo de "armario" EL SELLO DE LA MUERTE y no es casual la aversión que un Quijote de veras como Unamuno sintió ante la miope o quizá impostada devoción -según le otorguemos mayor o menor sinceridad- que le profesó RLR en sus primeros años de agitación política) o de catástrofe continental con ansias de gotterdammerung (el Hitler tan bien viviseccionado por Dalí ya antes del 33).

Cultura, siempre intempestiva y siempre devota, dependiendo de aquello que merece la pena atacar o asumir. Su antítesis, usarla como coartada escapista para ponerse de perfil frente a lo inaceptable. Goebbels, sujeto básicamente anticultural (desde sus orígenes tránsfugas de compi dramatúrgico de Brecht), es honesto al tratar de profanar la Cultura con el casco de botella sodomizador de la propaganda o con el falo metálico de la P38. Más pecado tienen los talantes tibios, los "bienquedarcas", los que desde su low profile (insisto, antimateria de la cautela "durmiente" del Anarca), hacen digerible lo que no lo es en absoluto. 

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