viernes, 26 de junio de 2020

soy alemán pero no nazi (de hecho, mucho más alemán que un nazi)



Esto debían de sentir los "walkyrios" que atentaron contra Hitler inspirados por cierto escrito jüngeriano. Supongo que, entre su actitud y la del José Sacristán de LA COLMENA (con aquella apología de Isabel la Católica en la boca, como salvoconducto para moverse por el agraz panorama de la autarquía) hay un variadísimo abanico de gradaciones en cuanto a respuestas a las arbitrariedades de un desorden establecido (expresión, por cierto, acuñada por Emmanuel Mounier, inspirador moral de los primeros núcleos de la Resistencia francesa). En estos momentos de record de muertos por gestiones ineptas o canallescamente demagorreicas (ese 8M a lo Jonestown -sólo faltaba la limonada con cianuro o sacerdotisas arrancacorazones, a lo APOCALYPTO de Mel Gibson, tan ad hoc para l@s maniátic@s del indigenismo precolombino-), no acabo de entender que personas con criterio propio, base cultural más sólida que la media y poco asequibles a la alienación actúen con una cautela digna del ya mentado personaje que encarnaba Sacristán, como regalando el cheque en blanco del fatalismo a un todopoder inexistente en la realidad (pensar que los actuales okupas de Moncloa tienen más incidencia en los resortes fácticos de poder que lo tuvo el establishment franquista de los primeros años de postguerra o que todo el futuro laboral depende de ponerse de más o menos perfil a cada nueva botaratada -como si el empleo estuviese monopolizado "por mil años" por sujetos tan peregrinos como Sánchez, Iglesias, Montero, Marlaska o el rasputinín Redondo- o que las esencias vinculadas a la opción sexual, a la condición femenina, al estilo de vida irán a peor si esto cae, es una muestra de alienación tan grande o mayor que quienes identificaban lo alemán con lo pardo).

He de recordar que el atentado más serio contra Hitler fue éste de los "walkyrios", vinculados en cuanto a cosmovisión a la llamada Konservative Revolution. Los "antifascistas" (con los forofos gauchoatlantistas de Trotsky a la cabeza) matarían una y mil veces al ya muerto a toro pasado. Pero en el momento en que había que hacerlo, la única iniciativa seria de acabar con la cabeza de la hidra, fue esa, la de nombres que la posteridad reescrita por la progresía encamaría con aquel a quien pretendieron y casi lograron matar.

Yo, cuando hablo últimamente de "lo walkyrio" con cierta insistencia, no pretendo cirugías tan letales, sólo recuerdo operaciones cabales de autodefensa ante un país que se colapsa, desde la decisión de apear a Arias y colocar a Suárez en el 76 por estas fechas, o en el papirotazo a ZP y el aupamiento de Rubalcaba en 2010 también por estas fechas, o incluso (una vez más por estas fechas pero en 2016) la venida arriba "walkyria" contra Sánchez de los sectores menos botarates del PSOE. Que una situación imposible en su disfuncionalidad y pérdida del sentido de la realidad (con precedentes como los meses argentinos que tuvieron a Cámpora como titular del poder, o la UK agonizante donde Michael Foot jugaba a capitán del Titanic y lo único que se alumbró fue el punk, o la Cataluña de comienzos del 37 que describe Pla en la que bajo el desgobierno anarco/poumista sólo el bandidaje imponía su ¿ley? -de ahí que fuese tan bien recibida por la población, y por el más que harto conseller de Interior Tarradellas, la rotunda maniobra de golpe de timón que dieron los prosoviéticos) sea vista por mucho personal disconforme con mucha menos resolución que vieron o habrían visto situaciones mucho más coercitivas y blindadas a cualquier contestación me hace tener un concepto cada vez más triste de mis prójimos.

Una vez más, sigo atado a la paradoja de que debo continuar fiando en Sánchez para que (en su calidad de gafe de sí mismo, de concitador de boomerangs) Sánchez y toda su oscuridad antiutópica, anticrística, disfuncional, PASEN. Claro, que, cuanto más tarde en pasar el zurullo, más dura será la catarsis... Con peligro incluso de... CANCER RECTAL.

No hay comentarios: