miércoles, 26 de junio de 2019

EL REPUTADO VOTO DEL SEÑOR C



En circunstancias excepcionales hasta las monjas de clausura votan...


Una mañana el Waldgänger salió de su casita del bosque y bajó al mundo (ese mundo demoníaco y carnal del que nos hablan las Escrituras) para hacer algo que se había prometido no hacer desde décadas, ventenios, trentenios: meter papeleta en urna

Su voto era rito y testimonio de reconocimiento a un punto de inflexión, a una caja de truenos que se abría, a una puerta estelar por la que se colaba la realidad redentora hasta ahora impenetrable en el cenagal de un ¿país? dimitido, encanallado, ahogado en cobardías y autoengaños cada vez más burdos (harapos inexistentes de un emperador impresentable).

Hace unos días nos lo dijo a unos pocos que, aunque atentos, seguíamos en la abstención (que él mismo había ejemplificado desde que lo conocimos) y nuestro pasmo no tuvo limites.

Y entonces pensé: OJALA ESA FORMACION POLITICA ESTE REMOTAMENTE A LA ALTURA DE ESE VOTO...

En realidad, no importaba. Ese voto no iba dirigido a unas siglas concretas sino al desgarrón en el tejido de un zeitgeist hasta entonces impermeable a los sucesos de fuera, al estallido de la burbuja terminal que hasta el momento se negaba a asumir su condición de burbuja (como ese coyote de los cartoons que, más allá del abismo, no cae hasta darse cuenta de que no hay suelo bajo sus pies).

El Waldgänger votaba a bríos pero, a diferencia de como yo lo hice, en su tiempo y en su lugar. En ambos casos, sabiendo que para la tonterida NO HAY VUELTA ATRAS.

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