*En la imagen, interior de un retrete japonés de la era Meiji (1868-1912).
"Siempre que en algún monasterio de Kyoto o de Nara me indican el camino de los retretes, construidos a la manera de antaño, semioscuros y sin embargo de una limpieza meticulosa, experimento intensamente la extraordinaria calidad de la arquitectura japonesa. Un pabellón de té es un lugar encantador, lo admito, pero lo que sí está verdaderamente concebido para la paz del espíritu son los retretes de estilo japonés. Siempre apartados del edificio principal, están emplazados al abrigo de un bosquecillo de donde nos llega el olor a verdor y a musgo; después de haber atravesado para llegar una galería cubierta, agachado en la penumbra, bañado por la suave luz de los shoji y absorto en tus ensoñaciones, al contemplar el espectáculo del jardín que se despliega desde la ventana, experimentas una emoción imposible de describir. El maestro Soseki, al parecer, contaba entre los grandes placeres de la existencia el hecho de ir a obrar cada mañana, precisando que era una satisfacción de tipo esencialmente fisiológico; pues bien, para apreciar plenamente este placer, no hay lugar más adecuado que esos retretes de estilo japonés desde donde, al amparo de las sencillas paredes de superficies lisas, puedes contemplar el azul del cielo y el verdor del follaje. (…) Cuando me encuentro en dicho lugar me complace escuchar una lluvia suave y regular. Esto me sucede, en particular, en aquellas construcciones de las provincias orientales donde han colocado a ras del suelo unas aberturas estrechas y largas para echar los desperdicios, de manera que se puede oír, muy cerca, el apaciguante ruido de las gotas que, al caer del alero o de las hojas de los árboles, salpican el pie de las linternas de piedra y empapan el musgo de las losas antes de que las esponje el suelo. En verdad, tales lugares armonizan con el canto de los insectos, el gorjeo de los pájaros y las noches de luna; es el mejor lugar para gozar de la punzante melancolía de las cosas en cada una de las cuatro estaciones y los antiguos poetas de haikus han debido de encontrar en ellos innumerables temas. Por lo tanto no parece descabellado pretender que es en la construcción de los retretes donde la arquitectura japonesa ha alcanzado el colmo del refinamiento”.
2 comentarios:
Uno de mis párrafos favoritos de ese librito y, en el caso concreto de la cita, la muestra más palmaria de cómo se puede hablar de una dependencia tan necesaria para nuestra fisiología aunando la trascendencia del zen y sin caer en chocarrerías escatológicas (hacia abajo -ha de recordarse que la escatología, hacia arriba, es el lenguaje en que se expresan los santos, visionarios y poetas cuando entran en trance-).
Hay muchas más cosas que sentir y vivir en un retrete de las que siente y vive Peter Griffin. Sin ir más lejos, ahí está también el divino Dalí y sus reflexiones matutinas recogidas en el DIARIO DE UN GENIO.
La destrucción de los estereotipos es la piedra angular de la visión con perspectiva.
Zizek ha elaborado su propia teoría de las culturas según el funcionamiento de sus retretes, todos de forma distinta: en los retretes alemanes, la mierda flota para que podamos inspeccionarla buscando síntomas de enfermedad; los franceses, la mierda desaparece rápidamente, antes de accionar siquiera la cadena. Ojalá encuentre el texto.
Publicar un comentario