Con el Señor de las Catarsis pasan (esto es, ocurren) cosas interesantes (el efecto VOX, la creciente contestación en Cataluña al rodillo independentista, las manifestaciones de la España Profunda y olvidada por los ecopijoanimalistas) y pasan (esto es, van quedando atrás) malos tragos (el fin de los forrenta años del PRI andalusí, la decadencia del marasmo podemita -día a día más desnudo en sus vergüenzas, incluyendo estas ¿defensoras? de la infancia con tics mansonianos-, la descomposición del prusés -entre las disensiones internas y esa contrapropaganda psicodramática del juicio donde ellos mismos se ponen en evidencia con sus cobardías y contradicciones-). Y por supuesto que hay TITANIC: Sánchez el marchoso nos lleva directos a un iceberg, pero a un iceberg redentor, CATARTICO (he ahí su perenne ambigüedad y lo que lo convierte en el fondo en la antimateria de ZP, su presunto gemelo formal y a quien tanto detesta en lo personal: y es que lo que en ZP era idiotez visionaria con resabios mesiánicos -heredada en clave de sobreactuación picaresca por el buscón Pablillos- en Sánchez es la asesoría impersonal del "contratista privado" Iván Redondo con un único fin, el gozo infantil, mecanicistamente "homérico" -ese Homer al frente de los Canteros...-, de las mieles más peregrinas -mira que viaja el tipo y, al final, sólo para salir en la foto...- del Poder). Esa apoteosis (con un algo del Gil Robles de Puerta del Sol señalando "sus poderes" camino del estrellazgo -o sea, del estrellarse-) caracartoniana, vacía, robótica, tras la reja del slogan, es que lo dice todo... Sánchez continúa manteniendo el misterio de Mr Chance: ¿lerdo o Maquiavelo? En cualquier caso, y viendo lo anterior a su llegada a la Moncloa, PROVIDENCIAL.
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