“Corazón mío ennoblezcamos la imaginación
frecuentemente la humanidad carece de ella
en todo esto el vicio no es sino una ilusión
que sólo engaña a las almas vulgares”
frecuentemente la humanidad carece de ella
en todo esto el vicio no es sino una ilusión
que sólo engaña a las almas vulgares”
Guillaume Apollinaire: un figura al que no se ha dado la importancia que merece, y eso que ha sido objeto de un sinfín de guiños, dicho sea de paso algunos malintencionados como balas. Tiró de frente europeo para dar cuerpo al tan manido término de vanguardia (avant garde); entendió que las situaciones límite propician abandono de lastre y ascensión creativa; quebró la cabeza de los impresores al estampar sus caligramas… (caprichos de la letra sobre la geometría que luego pueden sorprendernos en Jardiel Poncela).
Y todo para más tarde la historiografía del arte cebarse con disimulo en él, porque se empeñó en llamar a todo cubismo (entre otras menudencias). No le perdonaron tanta contradicción tan bien traída. Él, cuya estética tan lejos estuvo precisamente del movimiento que a mí se me hace más antipático, fue precursor del surrealismo (y de nuevo posible inventor del término), para poco después ponerse del lado del metafísico De Chirico – la revisión surrealista del renacimiento italiano más cercana a la de Dalí- , y no creo que sólo por ser un francés un tanto italiano (De Chirico salió tarifando con el prepotente y de nulas miras -vamos, nada visionario- Breton).
Apollinaire, valiente en su concepto y su análisis y su descripción y su goce del sexo como un Baudelaire en la Guerra del 14: mucho en su vida fue, desde su nombre, cuestión de elles. Y como Baudelaire, crítico de arte, y sobre todas las cosas, poeta. La guerra del 14, decía, una guerra que vive en la otra cara de la misma moneda -la de Cèline, tan desesperada en la noche-, donde Apollinaire se maneja con más ingenio ¿o ingenuidad? al hacer acudir como acompañante el amor lejano y anhelado, paraíso perdido traído a la trinchera. Entre medias se me desdibujan los problemas que tuvo por su ideología y postura ante la guerra, de un puntapié lanzada a un extremo: su aura anarquista se transforma en cerril patriotismo a la francesa. Es la misma guerra que hace que cuando más tarde (reconozco que tardía) descubro a Cèline, encuentre en éste ecos de aquel.
“Hace noventa años de su fallecimiento” (nueve del once del dieciocho) leo en la prensa en estos días, y lo agradezco, no tanto la noticia como la remembranza. Se ha festejado con la edición de las Cartas a Lou, dicen que inéditas por aquí. Íntegras no las conozco, pero sí, con las limitaciones de la traducción que casi siempre mata la poesía, parte de las mismas en unas “obras escogidas” que compré, en cierto modo movida por la sorpresa, en una feria de libro de ocasión (fecha 2002, lugar Teruel). Puede que a Apollinaire le hubiese hecho gracia, cerca de un frente, tan irónico y fortuito (como son los del amor) encuentro.
6 comentarios:
Es curiosamente sincrónica tu mención a Destouches. Justo en el blog dedicado a Vintila Horia han recuperado un espléndido texto sobre él.
Vaya, yo la verdad lo único que recuerdo haber leído de Apollinaire es lo que aparecía en el tocho de Herschel Chipp, ese que recopila textos, de las vanguardias sobre todo. Hablaba del cubismo y de Picasso y ninguna de las dos cosas me ha entusiasmado nunca mucho. De Chirico sí, y mucho.
Me pasaré por el Instituto Franchute a ver si tienen algo sabroso en sus estanterías.
He mirado lo de Vintila Horia, para mí desconocido. Es para saborearlo, sin prisas. Quiero matizar sobre Apollinaire, era muy amigo de Picasso (nadie es perfecto, para mí que en un lugar como París les debían unir las mujeres...), pero se ha tendido a identificarle con el cubismo por ello. Personalmente su obra no me lo parece, ni siquiera cuando imita formas con la disposición de la escritura (su famosa Torre Eiffel). Le veo más cercano al surrealismo, y si cabe, al expresionismo, para usar términos con los que entendernos. Su escritura es caliente, osada, muy erótica (amor y muerte, casi romántica), de curvas y contracurvas, en absoluto facetada.
Olvidaba: en Valdemar están editadas "las once mil vergas". Está curiosito el libro, hay de todo, y de forma ascendente, hacia el más "difícil" todavía. Aun así prefiero sus poemas.
A mí de ese libro se me quedó la escena del tren en que, tirando tirando de los entresijos de su compañera de departamento por vía rectal, acaba sacándole todo el intestinamen.
Hay huella de tal impacto en el final de un cuento shadowliner.
http://www.geocities.com/cirulink/mariposa.htm
Acabo de ver una referencia muy reciente en
http://alvaro-hobbyhorse.blogspot.com/2008/12/einsteinkahnweiler.html#comment-form
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