jueves, 15 de noviembre de 2007

la verdad de las novelas



Carracedo (photoclaroscuro)

No es ninguna noticia la inocencia de los caballeros de la Orden del Temple, setecientos años después de su desaparición. Y eso que los caballeros del Temple debían ser “cosa fina”. El papa, vendida su mitra al rey francés, acató los deseos de éste, sin necesidad de condenar directamente a la orden. Si bien hace poco tiempo se recuperó el documento del proceso, la posición del papado era ya conocida. Y es que no sólo del Archivo Secreto Vaticano proceden las que continuamente se llaman “escasas noticias”. Sin buscar muy lejos, el fondo documental más voluminoso que sobre los templarios existe se encuentra en el Archivo de la Corona de Aragón. Tal vez lo que menos dejan traslucir los documentos –por aquello de que son testimonios legales y administrativos- son los entresijos en los que descansan el mito y la leyenda.

No es mi intención adentrarme en el terreno de los testimonios de primera mano. Prefiero recurrir a la literatura. Hace más de ciento cincuenta años Gil y Carrasco escribió “El Señor de Bembibre”. El autor tal vez conoció la obra de Grouvelle durante su trabajo en la Biblioteca Nacional. El tema le interesaba por su origen leonés y el referente obligado de El Bierzo: Ponferrada, Cornatel, Carracedo o Arganza. De sus palabras se desprende simpatía por la orden. Pero desde un precioso y cuidado encuadre romántico. Cuenta cómo las intrigas, la ambición, la codicia encontraron el modo de despojar a los templarios de sus bienes, cuyas riquezas sobrepasaban a las de cualquier corona cristiana.
Este ejemplo hace pensar que la auténtica novela histórica, la que mira a la Edad Media, ya fue escrita en el siglo XIX. Hoy se convierte en noticia una información voceada a lo largo de los siglos.


“ahora ya no queda más del poderío de los templarios que algunos versículos sagrados inscritos en lápidas, tal cual símbolo de sus ritos y ceremonias, y la cruz famosa” (Enrique Gil y Carrasco)

2 comentarios:

rubén dijo...

En cuanto a la foto, me gusta el respeto con el que se intervino en el monasterio de Carracedo. Conserva todo el encanto romántico de una ruina. Es un lugar muy evocador.

el zurdo dijo...

En la tertulia de ayer con el maestro Rafa hablamos un poco a cuenta de esta entrada y el zenmeister se reafirmó en su cosmovisión gibelina, y, a medida que hablaba, recordé comentarios suyos al poco de conocernos allá por el 98: el Imperio siempre será una alternativa para las latitudes eurasiáticas hacia la libertad y el bienser, porque el Imperio siempre parte de la noción de "imperio de uno mismo"; la primacía de las mafias eclesiales, defendiendo exactamente lo contrario, la negación de la propia responsabilidad en aras de la obediencia ciega al sanedrín de turno, siempre acaba en corrupción y degradación de la noción de autoridad vuelta manipulación despótica.