viernes, 20 de octubre de 2023

EL DESTINO Y SUS PUTADAS

 

El Destino, con ese recochineo sádico que tanto impresionaba a los griegos antiguos, impidió por dos veces consumar nuestro reencuentro. Primero con el proceso abortivo de EL DIA DESPUES (todavía pendiente de un porqué que ni él ni yo llegamos a elucidar -aunque él lo llevó mucho peor que yo, a fin de cuentas ya habituado desde el 86 a sinsabores musicales-) y en marzo de 2020, cuando presentábamos el CORTE FINAL de PARAISO y se habló de la posibilidad de algunos bolos, a los dos días se decretó el confinamiento (señal ominosa tal vez de lo que ha acabado por llegar, aunque las razones clínicas no coincidiesen). Al menos, hace poco más de un año, en su callejón del que no gustaba salir, en la terraza vietnamita y en compañía del amigo Oscar y del fiel Senovilla, tuvimos oportunidad de hacer un último balance de nuestra relación, centrándonos en los momentos más brillantes (privadamente brillantes, como los mejores chistes) de aquella transición 70/80 que nos regaló la singladura de un lustro en comandita hasta que yo tuve que abandonar por imperativos de salud. El continuaría un trienio más dejando nuevas muestras de que, conmigo o sin mí, su pulso creativo y ejecutante no flaqueaba.


El Destino nos permitió en el 94 hacer una reentreé de lo más exitoso en la sala REVOLVER (la pantera Esther me veía por vez primera, recental y teen, y yo sin enterarme hasta mucho después -casi una década-) por mor de la edición en cd de nuestros trabajos con Mario Pacheco (incluido el minicd de las grabaciones de PARAISO que Carlos Tena nos había hecho cuando el grupo estaba ya haciendo testamento). El dueño de la sala nos dijo que nuestra actuación había batido el récord de público desde su apertura. 


Antonio es definido, desde mi prisma, en cuanto a carisma y bonhomía como su alter ego en la pantalla (grande y pequeña), el Alfredo Landa de EL CRACK y de la serie TRISTEZA DE AMOR (ese productor de radio sincronizado -cronología puntualmente jungiana- con los propios pinitos de nuestro hombre desde la música a las tareas de realización en TVE). Si queréis saber de lo que se ocultaba tras su bigotón, su mirada penetrante y su laconismo (antimateria de lo bocachancla) que se relajaba en estupendas charlas cuando se sentía "entre amigos", lo repito, ir al Landa que acabo de mentar.


Pacheco, Tena, Antonio: espero que en ese Donde Sea que nadie ha podido demostrar que no existe,  mantengan sustanciosas charlas, liberados ya de miserias terrenales.


 











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