sábado, 9 de mayo de 2015

Hacia Crimea con amor.

 «Tus campos y montes son maravillosos, Patria»



Aunque el poema haga referencia a una mujer oriental, a una chica de Kalmykia,
me gusta ese rechazo por los modismos europeizantes más gagás,
que tanto tienen que ver con la actual dicotomía.


¡Adiós kalmika amada!
Poco faltó y contra mi extravagancia,
el hábito que me dicta todo o nada
casi me arrastra a las estepas, a la errancia
detrás de las huellas de tu carpa.
Tienes rasgados los ojos,
la naricita chata, la frente amplia,
no balbuceas en francés tus antojos,
las piernas no vistes de seda,
y junto al samovar, a la inglesa
no sirves el té, ni las galletas,
no admiras a San Marón,
Shakespeare no te inquieta,
no te abrumas de melancolía
cuando la cabeza se queda vacía,
no tarareas ma dov’ é,
el baile último no conoces…
¿Qué fue necesario? – Apenas media hora.
Mientras alistaban los caballos,
entregué corazón y mente
a tus ojos, tu belleza salvaje.
¿No es igual amigos míos:
extraviar al alma ociosa
entre espejos brillantes, en un cuadro de moda,
que en una carpa nómada?

 Alexandr Pushkin, 1829



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