lunes, 4 de noviembre de 2013

UN SUEÑO TORRENCIAL

Anoche tuve la peregrina idea de verme por A3 la cuarta entrega de TORRENTE (mayormente por tomar el pulso a la saga y porque parecía lo más atractivo de la parrilla -lo cualo dice bastante del nivelazo de la parrilla-). Si TORRENTE 2 (la entrega marbellí) me había parecido ya bastante más floja en cuanto a carisma y ocurrencias que EL BRAZO TONTO DE LA LEY (algo que pude confirmar puesto que esta última la repusieron justo después), TORRENTE 4 gana en sordidez (esa burda parodia barojiana con el protagonista rebuscando entre basuras y en los comedores de sopa boba) y en cameos en proporción directa a su pérdida de chispa argumental.

La cosa es que la doble dosis de TORRENTE y la copiosa fuente de pasta marinera ingerida poco antes me indujeron a soñar una nueva entrega, al hilo de las actuales exigencias por parte de algunos sectores de desempolvar a viejos pitbulls del aparato represivo franquista y aplicarles juicios a lo Nuremberg. El nuevo proyecto se titularía TORRENTE 5: POR LA HAYA TE LA INKO y sería el más ambicioso en medios y localizaciones: nuestro héroe, justo cuando empieza a levantar cabeza como asesor de seguridad de una cutre inmobiliaria de la costa levantina, es acusado por el implacable juez Grullón (Alfonso Arús con veta plateada a lo Little Pony y/o la mofeta amorosa) y huye de EXpaña. La persecución en plan vuelta al mundo en ochenta días (con ecos de algunas entregas de la Pantera Rosa en cuanto a diorama cosmopolita) lleva al obeso guardián de la ley antigua a las más variopintas latitudes. Así, en Tailandia su sagrado orto es hollado por un diminuto y juncal ladyboy que el ingenuo Torrente confunde con una top model local y que no solamente lo empala con su letal aguijón sino que le deja seco de la droga que la tarde anterior había trapicheado con el jefe máximo del triángulo dorado, el anciano general Jo Pe Lin (Tony Leblanc caracterizado de Fumanchú imitando a un Joel Grey disfrazado de Chiang Kai Chek); como colofón de su postal indochina, una pitón intenta devorarlo pero, obviamente, se produce el atasco lo que da pie a un cameo de Frank Cuesta en plan herpetólogo/plomero para remediar el desaguisado (los transtornos digestivos del gigantesco ofidio y la tensión no menos gástrica de su presa a medio digerir darán pie a una orgía de gags escatológicos en los que tanto la bicha como Torrente dejan al intrépido Frank cubierto de mierda -"YA ME HAN CAGAO, OSTIAS, PERO ¿POR QUE SIEMPRE TODOS ME CAGAAAAAN?"-). En Baden Baden, en una cumbre de Servicios Secretos Internacionales, Torrente aterriza cual elefante en cacharrería (muy a lo Leslie Nielsen en cumbres de alto copete) y, entre otras hazañas, derrama su cubata en una repisa que no es tal, sino la quelónida espalda de la mismísima Angela Merkel; cuando está a punto de ser fosfatinizado por los guardaespaldas (nunca mejor dicho) de la premier, una atractiva agente (guiño a la Elke Sommer de EL PREMIO y encarnada por Inka Martí -guiño, esta vez, al INKO del título-) lo rescata y se lo lleva a su apartamento, lleno de memorabilia de su abuelo, que fue SS instructor de españolitos de la División Azul (por supuesto, Torrente se viene arriba, fantasea con una genealogía pata negra -pero que muy negra- de superpatriotas combatientes contra el comunismo y la masonería hasta autoconvencerse de que el encuentro en Hendaya Hitler no lo tuvo con el Caudillo sino con un tío abuelo suyo, el alférez provisional Ciríaco Torrente Cambroneras AKA La Bestia de los Carabancheles): al final, resulta que la rubia es una sicaria del juez Grullón para sonsacar a nuestro héroe y que él mismo se ponga la soga al cuello con sus fanfarronerías. Pero, providencialmente, la voz de la sangre (lo del abuelo SS era cierto) puede sobre sus servicios a Grullón y queda prendada de Torrente (al que exige más y más batallitas de la División Azul como Jamie Lee Curtis exigía a sus amantes don de lenguas en UN PEZ LLAMADO WANDA). Habría también escenas en Bruselas y Estrasburgo, para culminar en La Haya (en el Parlamento Europeo, Torrente se calienta contestando a su némesis Grullón y logra el apoyo de varios grupos ultranacionalistas de países del Este que forman un cordón defensivo en torno suyo y lo sacan de la asamblea a hombros aclamándolo como su nuevo líder pero nuestro hombre intenta zafarse porque en el tumulto lo alejan de su rubia favorita). A medida que se acercan a La Haya, el delirio de Torrente se exacerba y, al ver los molinos holandeses, se ve a sí mismo como un nuevo y orondo Quijote (momento con un puntito dramático que nos retrotraería a aquella película de Javier Macua, TU ESTAS LOCO, BRIONES -dramatismo contrapesado por el detalle jocoso de que su escudero Sancho sea un sujeto famélico cameado por un tipo chupado de fino bigotito y hórrido aspecto que asocio con series chillonas de Tele 5: la gracia completa sería poder contar con Luis Cuenca pero, dada su condición difunta, va a ser que no-) en combate contra el felón y malandrín Grullón (caracterizado como el Caballero de la Blanca Veta por la cosa capilar): escenas oníricas con mucho flou y a cámara lenta. Y ahí me dio el apretón (esta vez de aguas mayores, a tono con el personaje) y no recuerdo más...










   

2 comentarios:

Mameluco dijo...

También habría que tener en cuenta de que Tony Leblanc ya está, como Luis Cuenca, en el sueño de los justos.
Por lo demás es hablarlo con Segura, para a ver si cuela.

el zurdo dijo...

No sé yo: una cosa es hacer chistes de fachas y de curas, que siempre sale gratis y otra arremeter contra lo verdaderamente sagrado, Garzón, Estrasburgo, Bruselas, La Haya... SS optará por la otra propuesta, la de captar a Froilancito como nuevo partner.