domingo, 7 de marzo de 2010

La casa de pétalo


I´m standing on a hill
Until you come out from the mist
And then we kiss


No abundan joyas como Ashfield Avenue de la debutante y mágica compositora e intérprete Alondra Bentley en nuestro panorama; no nos merecemos algo así de grande. Es, en mi humilde opinión, el mejor disco publicado en España en mucho tiempo.

Posee una hermosura brumosa y críptica, totalmente curativa. La magnificencia de tiempos pasados bucea entre sus surcos, muchas son las referencias que Alondra maneja magistralmente para llevarlas a su terreno y construir su propio discurso. Un álbum –nada retro- que invita esencialmente a soñar. Un álbum, no un puñado de canciones sin ton ni son, que es lo habitual... Qué raro encontrar a estas alturas una rara y preciosa obra con su introducción –emocionante y romántica “Dot dot dot”-, su nudo y su desenlace, la absolutamente cinematográfica “Star for Mummy”; resulta curioso: al escuchar esta última y enigmática pieza pienso automáticamente en Maureen O´Hara entonando su nana hechizante al horizonte en aquella magistral película del primer Peckinpah.
Telúrica, magnética, inolvidable. Así es cada pieza que conforma el brillante Ashfield Avenue, ópera prima de escasos 35 minutos y sin embargo repleta de ideas y buenas intenciones que no me cansaré de reivindicar. Tan meditada y fresca, tan fluida y llena al mismo tiempo de significado y sabiduría. Y de vida.

Sounds to me like it´s more than fair

No tengo la suerte de apreciar dudosos fenómenos nacionales y altamente promocionados. Detecto en ellos algo artificioso y frívolo, sencillamente no me llegan. Por el contrario me asombra cada vez más descubrir la autenticidad de Alondra Bentley, sus cuidadísimas y maduras letras a pesar de su juventud, la impecable construcción de las canciones, su total delicadeza y elaboración al arpegiar la acústica, su perfecto inglés y -por encima de todo- una voz delicada y al tiempo potente, cálida y emocionante, capaz de abarcar muchos registros (posiblemente muchos más de los que ella imagina).
Una revelación en toda regla. Y ante esto, amiguitos, uno debe quitarse el sombrero. Celebremos que en nuestra música no todo está perdido; aún queda espacio para la esperanza.

Aprecio sobremanera que Alondra nos ofrezca un debut breve pero variadísimo. ¿Cómo sino se explica que pase del dramatismo de “Still be there” al aroma music-hall que destila “Of all living creatures, why a human being?” (más acentuado aún en la increíble “Giants are Windmills”, de la que hablaré unas líneas más abajo). O que de la traviesa y eterna “Shine” (que suena a viejo disco de pizarra de los que colecciona compulsivamente el genial Robert Crumb) nos conduzca seguidamente a la tristísima pero necesaria, única “The Petal House”.

Esta última fue la primera que escuché en directo por Alondra Bentley el pasado otoño; la fortuna me regaló otra noche de insomnio y decidí encender la televisión. Emitían a esa hora los Conciertos de Radio 3 de la 2 y descubrí un grupo liderado por una joven –que me pareció británica o canadiense- cantando esta emotiva balada que me llegó directamente al alma. Ese día acababa de descubrir a Elk City, pero A.B. me gustó muchísimo más. Me quedé pegado en mi sillón capitoneado y degusté el resto del concierto (lástima que lo pillé empezado) sin apenas respirar. Anoté rápidamente el nombre del combo; me sonó extraño, percibí una mezcla sanguínea interesante como las hermanas Baez o Karen Dalton. Cuando finalmente sonó “Sugarman” la noche se tornó excelsa y la habitación se llenó de luz y de aire. Mi habitual sentimiento de soledad desapareció en el acto al sonar aquello acerca de... ¿un hombrecillo de juguete, una marioneta de la infancia, un ser mágico que tan sólo habita en sueños? Tan cándida, escapista y catchy que me dormí en sus brazos aquella noche, soñando su mágica melodía, contagiosa y adictiva. Este pequeño vals ha sido mi canción preferida del pasado año, sin duda.

Seeds are signs to know your way;
cherish them; they´ll avoid your failure


No estoy de acuerdo. Alondra Bentley, a mi parecer, no suena tanto a Vashti Bunyan o Sandy Denny como se han empeñado algunos. A estas alturas ofrece algo propio, su música es inconfundible y atemporal; pero si jugamos a sacar referencias de la chistera por qué no citar a cantantes más desconocidas como la pionera Elizabeth Cronin (a quien personalmente adoro), las geniales hermanas (McGarrigle), la siempre hermética, misteriosa y profunda Nico. En el terreno de los caballeros, Nick Drake, indudablemente y otros grandes genios; también me vienen a la mente delicias como Magna Carta, Incredible String Band y toda la escena Canterbury. Incluso Dan Hicks & His Hot Licks. Pero no hace falta en este caso establecer comparaciones. Puede que nos hayamos acostumbrado demasiado a este juego interminable por lo impersonal y endeble de nuestra escena en general.
Eso sí, sueño con un duet algún día entre Alondra y mi preferido: Kevin Ayers.

Lo que sí es cierto es que Joe Boyd sería su productor ideal. Boyd entendería a la perfección el mundo de Alondra y sacaría el máximo partido a sus canciones. Si hay algo mejorable en Ashfield Avenue, por supuesto ajeno a la debutante, es la producción del disco. Es acertada y digna, desde luego, pero en mi opinión no está del todo a la altura de las canciones. Salvo en alguna pieza totalmente redonda como es “Shine”, posiblemente la mejor producida y arreglada: con cuatro detalles ornamentales muy bien aplicados el tema posee una atmósfera envolvente y perfumada; de diez. También Louise Phillipe sería un aliado de lujo con su habitual dominio de las orquestaciones y arreglos exquisitos. Pero bueno, es por poner alguna pega y sacar una mínima punta a algo que casi casi es perfecto. Posiblemente esta impresión puntillosa sea debida a mi esnobismo extremo.

These books won´t make me sneeze once they´re packed

Respecto a la temática de las canciones, la que más me ha sorprendido es “Giants are windmills”. Parece sacada de un viejo musical, tiene incluso un aire a Kurt Weill y la debería adoptar ya la RENFE: que suene a diario en sus modernos altavoces siempre que los trenes atraviesen raudos La Mancha destino la capital. Su referencia cervantina es, simplemente, sublime. Y su visión acerca de un viaje a Madrid es tan acertada y excitante... Lo dice un gato que lleva siglos atrapado en la cripta pombiana, soñando cada tarde el Madrid de Neville, Jardiel, Valle y Ramón e ideando una escapada imposible, el viaje contrario, hacia el mediterráneo. Me gustan mucho las canciones sobre mi ciudad, desde la inmortal de Agustín Lara (ojo, de autoría aún no aclarada a día de hoy: puede ser leyenda que fue escrita en algún oscuro burdel de D.F. muy lejos del “Agua, azucarillos y aguardiente” capitalino) a “Giants are windmills”, que dicho sea de paso tiene mucho más swing; de hecho es casi manouche.
Existen un puñado de buenas canciones que hacen referencia o tratan sobre Madrid. Esta es una de ellas.

También me ha parecido un acierto la elección de “I feel alive” como single del disco. Un caramelo irresistible con sabor a George Harrison en su estribillo, que celebra la vida y el optimismo, a pesar de los reveses y amarguras del pasado. El video es buena tarjeta de presentación para la joven Alondra. Y muy cuco el detalle del beso que Alondra le propina dulcemente a un dibujo animado. Tanta pureza teenager no abunda por estos lares.

Fast as a shot bullet came the night
Y, last but not least, el diseño del CD supone otra gran ventaja. Fotos de paisajes neblinosos y un sol crepuscular que se esconde entre las ramas de los árboles. Ahora que sabemos que Stonehenge ha sido una (maravillosa) broma, encuentro mucho más druida y celta estos parajes elegidos que tanto habrán inspirado a Alondra. La colección de fotografías es toda una declaración de principios. El artwork contiene tipografías sabiamente escogidas con sabor a caligrafía limpia y serena. Ningún detalle barroco, llamativo o fashionista. Un envoltorio elegante, perfecto para un debut de los que marcan época.

Saben que jamás lo hago (yo que soy tan alérgico a todo lo digital y tan poco seguidor de la industria discográfica y el marketing en general) pero por todo lo que he expuesto recomiendo efusivamente la compra de Ashfield Avenue.
Merece realmente la pena y, créanme, es un regalo fabuloso.
Ya me dirán...

1 comentario:

claroscuro dijo...

Se agradece la sugerencia. Tranquilamente comprobaré tus comentarios. Me ha encantado lo del dueto con Kevin Ayers. Más difícil me parece lo de RENFE. Creo que tengo la respuesta a una pregunta que me hago desde hace algún tiempo ¿por qué siempre música clásica?: la SGAE no debe rascar mucho por "esa vía".