viernes, 5 de diciembre de 2008

LAS CAPAS DE LA CEBOLLA

Empecemos a cavar hacia fuera; ya es hora
de terminar con letras, sepulcros y alfabetos,
murallas, gemidos, sed.

Sube las escaleras del fuego hacia el temblor
y destruye estos plomos humanos.
Sacrifiquemos.


Juan-Eduardo Cirlot


Me vais a disculpar por mi insistencia, pero tengo que recomendar otra visita a UBUWEB: he aquí un documental de Jean-Marie Drot, una ventana a la búsqueda que empujó a Alberto Giacometti a levantar capa tras capa de la apariencia para tratar de alcanzar el "corazón de la cebolla"; la eterna búsqueda del centro. La única pega es que está en francés, pero en fin. Durante algunos minutos le vemos trabajar en una de sus alargadas figuras, mientras conversa con el entrevistador: "No hay voluntad en lo que hago, es algo inevitable". Son resquicios de materia destruida, pendiente de un hilo, en el límite de la desaparición, "convirtiendo lo extenso en símbolo de soledad y desamparo", como diría Cirlot refiriéndose a la obra de Millares. Mantiene todo el tiempo una sonrisa enigmática, mientras sentencia, como quitándose importancia: "Para mí, el arte no es más que un medio de saber cómo veo el mundo exterior".

De nuevo el poeta barcelonés: "Al pintar, como al escribir, el hombre reproduce el mundo, y lo hace tal cual él lo desea. La igualdad absoluta entre expresión y forma conduce a una identificación total del alma con lo extenso; caos hasta que el esfuerzo humano ha pasado por él con su desesperada vocación para el orden". Giacometti quiere, precisamente, ordenar, que a su vez significa fijar lo que pasa, lo que se escurre entre los dedos como la arena. "La muerte es la única amenaza, ¿no es así?".

Se asoma el vídeo también a la etapa de su obsesión con la cabeza humana y ese acuciante deseo suyo por plasmarla en el espacio. En 1934, André Breton, desdeñoso de la vuelta de Giacometti al cuerpo humano como sujeto tras su etapa cubista y surrealista, se burló de él aduciendo que todo el mundo sabe hoy "lo que es una cabeza". Giacometti contestó bruscamente: "yo no", y abandonó para siempre a los surrealistas. En la cabeza humana veía un misterio insoluble, un objeto "vivo y muerto a la vez". Frente a la sorna de Breton por lo que él consideraba una vuelta a la figuración, una "postura reaccionaria", Giulio Carlo Argan señalaba: "En el caso de Giacometti no se puede hablar de "nueva figuración", pues él fue el más radical y consecuente de los escultores informales."

Tanto en Giacometti como en Cirlot, un apocalipsis feliz tras emerger la oscuridad de la sala de un cine; un cara a cara frente a la muerte, clave para esa emboscadura que devuelve la posibilidad de una mirada justa y en disposición de atravesar las capas de la cebolla.

1 comentario:

el zurdo dijo...

De Breton, cada día que me topo con un nuevo rifirrafe con algún miembro o simpatizante del surrealismo (a las alturas del rifirrafe, ya con la patita fuera del movimiento -justo ahora estoy con mi relectura quinquenal de Artaud-), se me hace más pequeño y desagradable.
Y nunca me puedo quitar de la mente al Cael que con tanta ferocidad describía Drieu.