Buceando por entre la colección de artículos que dan cuerpo al último libro de Ángel González, "Pintar sin tener ni idea" (Lampreave y Millán, Madrid, 2007), me he encontrado con uno de gran interés, producto de una charla que dio en la Fundació Antoni Tàpies dentro del ciclo La imagen fantasma (celebrado en el 2006). Bajo el título "Evidentemente", este historiador del arte vuelve a abundar en su particular tirria a los surrealistas. Al "soñar despierto" y a la escritura automática que preconizaba André Breton -"para mí, soñar despierto es lo que hacen las secretarias cuando leen novelas rosas", apostilla González- opone los peligrosos e inquietantes trances en los que en ocasiones se dejaban caer algunos miembros del grupo, especialmente Robert Desnos. Se plantea aquí una interesante cuestión: qué hubiera ocurrido de haberse perpetuado aquella breve hegemonía de los médiums sobre los "simples soñadores".
Seguramente ya sabemos casi todos de la mandonería de Breton, que acabó por erigirse en juez último de lo surrealista y de lo que no lo era; pero lo que muchos quizá no sabíamos es que la facilidad mediúmnica de Desnos supuso un serio problema para su liderazgo y sobre todo para su proyecto de surrealismo. En esos trances, Desnos hace revelaciones alarmantes que finalmente llevan al jefe del cotarro a cortar por lo sano con lo paranormal y a conformarse con algo mucho menos peligroso e inquietante, pero también menos maravilloso: "soñar despierto".
Veamos la transcripción que hizo Breton de una de las visiones de Desnos en su "Entrada de los médiums":
"-Que voyez-vous?
-La mort."
Aragon, que acabaría también por conformarse con ello, escribe al respecto de estos trances: " En otras condiciones, y por poco que se agarrara a ese delirio, Desnos se convertiría en el jefe de una religión, el fundador de una ciudad, el tribuno de un pueblo sublevado..."
Desnos veía la muerte una y otra vez, y como comenta el autor, versado en este tipo de experiencias (no es mi caso), la de la muerte es una visión habitual en las ingestiones de ayahuasca y LSD; la muerte como prueba inicial para el paso a lo maravilloso. Por lo visto, casi todos convinieron en apartarse de esa amenaza mortal para refugiarse en un terreno algo más acogedor... yo no sé vosotros, pero cuando oigo lo de "soñar despierto", me echo a temblar. González, que prologó la última edición del Diccionario de los Ismos de Cirlot, dijo esto a propósito del poeta y su relación con los surrealistas:
"Pues aunque sé de sobra lo mucho que exagero sobre la índole diabólica del surrealismo, no me cabe duda de que Cirlot ha descendido a sus infiernos para regresar vivo de milagro y poder así visitar nuevos abismos, que ciertamente hay otros aparte de los cada vez más trillados del surrealismo, que ha dejado de ser una encantadora atracción de feria, como las que tanto atraían a Cirlot, para convertirse en un omnipotente y omnipresente parque temático: la clase de horrenda "factoría de sueños" con que ahora nos amargan la existencia. Os digo que Cirlot salió vivo de ahí, lo que tenía mucho más mérito que entrar, e infinito más peligro."
Atentos también a la definición que cita González del "automatismo psíquico" surrealista por parte del crítico literario Jean Starobinski (que estudió la relación entre Breton y la psiquiatría): "materialismo mágico". Y a propósito de la parapsicología y sus promesas para el surrealismo:
"La parapsicología del siglo XIX prolonga bajo una forma degradada, y con el auxilio de una teoría seudo-fisiológica, la tradición milenaria del entusiasmo sagrado y el dictado sobrenatural de la palabra poética. Con o sin el auxilio de la hipnosis, son los videntes y los médiums los que mantienen, incluso en los escenarios del music-hall, las imágenes de los adivinos y de la Pitia(...) Este bric-à-brac, este ritual de carta postal, estos fantasmas de circo, no tenían por qué disgustar a los surrealistas. A ellos les gustaban los azares callejeros y hacer descubrimientos en los mercadillos, y al fin y al cabo la parapsicología es un poco el mercadillo de la mente".
Pero dejémoslo aquí y limitémonos a recomendar la lectura de ese artículo, que estoy seguro de que estimulará el nervio común del Luminar. Advierto de que González habla de muchas más cosas en él: los médiums, los locos y la naturaleza de sus productos artísticos, Dubuffet y el art brut, la fiebre y su relación con el arte, las drogas, etc, etc...González conoce increíblemente bien la literatura artística, y es capaz de traer a colación tanto revistas de la época como correspondencias o novelitas oscuras... también gusta a menudo de irse por las ramas y de exagerar, pero suele ser divertido y muchas veces brillante, como en este caso. Supongo que Magdalena, que fue alumna suya, bien lo sabrá.
Si interesa, podría incluso subirlo escaneado; a fin de cuentas no se trata de subir el libro entero ni nada.
3 comentarios:
Celebro que, tras el paréntesis canicular, este blog se anime de nuevo. Respecto a los surrealistas, siempre he sostenido que los mejores no fueron los que actuaron como vitelloni con pretensiones y que tan bien describe Drieu en GILLES sino aquellos que se mataron sin apenas dejar obra (como también lo hizo aquella antimateria del surrealismo, el profeta del vorticismo T.E. Hulme, a cuyo lado el cafeínico Marinetti no pasa de comicastro) o quienes fueron incómodos o incomprensibles para Breton (Dalí y su paranoia crítica, Magritte y su hermetismo precursor de Tati, Bataille y su mística erotómana, el mediúmnico Desnos o nuestro caballeresco Cirlot).
El surrealismo oficial, como el nazismo, es algo que hay que atravesar para llegar a las verdaderas y ocultas fuentes de interés (la comparación no es arbitraria porque Breton y Hitler me resultan igual de aburridos y muy por debajo de las energías que concitaron -émulos del ratón Mickey disfrazado de Merlín-).
Comparto la tirria expuesta en la entrada.
Antes de comentar la entrada: qué bien marcha el blog. Entran ganas de escribir al leerlo, y esa es una buena señal. Espero poder contribuir con material nuevo muy pronto.
Lo único que me interesa del surrealismo es su énfasis en la imaginación frente a la deriva del arte occidental, que ha tendido a degradarla (poco importa ahora que la camarilla de Breton comprendiera o no las fuerzas que estaba activando -en la mayoría de los casos eran aprendices de mago o filisteos, como Alaska en sus juegos con el Grial o el misticismo). Los surrealistas que más me interesan están, como apunta Fernando, en los márgenes del movimiento. Por el resto siento la más profunda desconfianza, y en ocasiones aversión, así que me anoto el libro que ha recomendado kleinito, que promete.
Me alegra ver a Bataille en esa nómina de herejes. Aún no se me ha caído del todo y me sigue interesando, aunque entiendo a Fernando cuando critica sus performances políticas y señala la distancia abismal que lo separa de Simone Weil. Respecto al dúo Gilles de Rais/Juana de Arco, tan mentado en Línea de sombra, he pensado a veces que Balthus –en su sed de altura- y su hermano Klossowski -siempre interesado en explorar lo impuro- son una encarnación más de la vieja pareja, en esta ocasión bajo el sello de los Dioscuros. Hay pasajes de los diarios de Balthus donde se sugiere la dimensión mítica de esa oposición que acabó distanciándolos. Pero el genio de Klossowski no está a la altura del de Balthus y sus obras eróticas –plúmbeas, farragosas- también arruinan la comparación. Es natural: la pareja nunca se realiza por completo, siempre se advierten taras en su manifestación: se trata de acercamientos. Y en esos acercamientos -que no son poca cosa- algunas personas entran en contacto con un voltaje extremo.
Como aproximación al surrealismo y a todas las vanguardias, me parece estupendo "el Mario" de Micheli "Las vanguardias artísticas del siglo XX". Creo que por un lado están los movimientos y por otro las adscripciones de los artistas. Suele ocurrir -hablo del siglo XX y vanguardias- que los verdaderos artistas no se anclan en el ismo correspondiente, lo trascienden... y luego vienen las envidias de los que no han sabido salir de la anécdota. De acuerdo en lo de Dalí y Magritte. Hay un personaje cercano, pero no siempre coincidente, Paul Eluard, que tal vez me atrae por las cartas de alta tensión que intercambió con Gala (hablo de memoria, pero creo que se editaron hará unos diez años, y no llegué a comprarlas). En cuanto a lo del surrealismo, para hacer tontadas siempre he preferido a los dadá (por lo menos no se tomaban a sí mismos en serio).
Y de Ángel González, pues como he comentado en el blog de kleinito, pues tuve siglo XIX con él, el XX fue con Fernando Checa, genial historiador, que no se manejaba tan bien en las aulas, mejor dicho, ante la audiencia. González a veces era difícil de seguir (lo hacía deliberadamente) mezclaba, cierto, lo real con su aportación, irónico y agudo, ello hacía las clases únicas, más allá de los apuntes y extractos rígidos de los manuales. Pero no sé si lo he dicho ya: el curso giró en torno a dos ejes, que aglutinaban todas el siglo "la crisis del paradigma clásico" y "el paisaje romántico". Y el examen fue eso, elegir uno de los dos temas, y cada cual lo hiló como supo y pudo, una verdadera trampa. Lo que también quiero recordar (han pasado más de 20 años) era que trataba o era cercano a Calvo Serraller (hno de la ex ministra, o más bien sería la ex ministra hermana de Fernando Calvo???), y me suena que nos hacía comentarios sobre lo que se conoció por la bodeguiya. Aunque en general la figura de Ángel la tenía más cercana al entorno de Diario 16. Estos borrosos recuerdos si alguien me los pasa a limpio...
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