sábado, 15 de marzo de 2008

Lenguas literarias

No es Cela mi autor favorito. Pero la búsqueda de un libro suyo es muy ilustrativa de lo que quiero contar. En librerías atestadas de obras mediocres (las primeras que ves, en promoción, adelantándose a los estantes) es casi imposible encontrar una suya. El Nobel, paradójicamente, continúa leyéndose en las aulas adolescentes. Es lo único que explica el que La Colmena no falte en la estantería de la letra C de escritores hispanoamericanos. La Colmena y Viaje a la Alcarria. Y nada más. Incluso librerías de las que tienen de todo, sobre todo solera y un poquito de elegancia. No es una cuestión de gustos literarios, es una muestra de lectura dirigida. Vale más un Planeta que un Nóbel. Ésta es la primera conclusión.


Parto de la idea de que el libro es rarito, pero el caso es que de cara a una próxima salida, El Viaje al Pirineo de Lérida sólo lo encontré vía Internet en edición primera (tal vez la única) de 1965 (me gustó la fecha, meses antes de mi nacimiento), y a un precio tirado: son las ventajas de ir, aunque involuntariamente, contra corriente. Hoy quien va por Arán tal vez no necesite ver más allá de la nieve.
“En el valle de Arán, amén del aranés, se habla gascón, francés, catalán y castellano, quizás por este orden (que no deja de ser natural y sensato)”.
Dicho en 1965 ¿cómo será hoy? por una persona que conocía en profundidad no sólo el español, también sus alrededores lingüísticos. Capaz de adentrarse en etimologías empapadas de regusto socarrón.
“En Galicia es Puenteareas el raro nombre que se lleva la palma del despropósito; la faena la redondean los veraneantes madrileños al decir Puenteáreas. El nombre lógico sería Ponteareas, y el colonial, Puentearenas”.
Deben ser estos detalles los que distinguen a un Nóbel.

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