Incorrecto. Pero no ya en su sentido más entrecomillado, específico, de las convenciones establecidas desde finales de los 90 como sujeto desobediente a lo Políticamente Correcto. No, ya en general, como se diría en lunfardo con el mismo desprecio y mala leche, DESUBICADO. En todos los planos, hasta en los hoy considerados presuntamente "incorrectos". Y todo por mi incapacidad innata de adaptación a la cuna/cama/tumba de Procusto. Sólo la lobotomía podría redimirme. Demasiado inepto, minúsculo, para la sobrehumana condición del Anarca jungeriano (espía durmiente al servicio de su propia potencia, entre Max Stirner y Le Carré) y demasiado poco abyecto (no diré mayúsculo pero sí altivo) para la bajunez del low profile rajoyano (lo que yo llamo con ironía la actitud "bienquedarca"), no hay salida para mí, salvo, insisto, que me adecúen la sesera rebajándola de neuronas para un mejor encaje procustiano (hay dos formas, claro: la casquería del picahielos prefrontal o, con más finos modos, el paso por el túnel de lavado psicoanalítico para engrosar las filas de la ordinary people -que diría ese gran defensor de la misma, Robert Redford-). La única manera de lidiar con una soledad que cada día que pasa (cada día después) entiendo menos, cual cucaracha kafkiana.
Y siempre, siempre, siempre la misma secuencia, que ya he comentado en alguna ocasión: el encaprichamiento inicial con la rara avis de pajarería, mascota exótica, impulso más desde el antojo volátil que desde la empatía atenta, a medida que el antojo se va desvaneciendo y se convierte en enojo, sin la menor voluntad de comprender a la mascota, esa rareza que se supone encandiló en un principio se comienza a blandir como cargo a la contra y la mascota, incapaz de encajar en la normalidad imposible que se le exige a un bicho irremisiblemente raro, sólo puede verse abocada al abandono o al retrete. Secuencia una y otra vez repetida, cual día de la marmota, en mil y una variantes, la política, la sentimental, la musical, la literaria... Al final siempre el viejo chiste de Gila, el lunar tan querido que, con el tiempo y sin haber cambiado un ápice, es percibido como verruga.
Parafraseando a la tenia Sartre, PROCUSTO son los otros. Y si no encajas, te desencajan como tóxico o como hater o como sencillamente INCOMODO.
En fin, oremos a Flanders, nuestro bienamado GH, para que nos modele la sonrisa....
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