domingo, 24 de febrero de 2019

Fauna de red social: Los pejigueras antiabstencionistas



 

HOY:



Cuando echan a rodar los sorteos, esos que llaman electorales —precampaña y campaña— que culmina en la fiesta de la democracia, el día de las fotos absurdas, de las anécdotas ridículas, del CARRUSEL DEPORTIVO sumado a EUROVISIÓN que devino en tertulia política y flagelaciones y alegrones donde todos sonríen como lerdos. Ganar y perder. Es genial. Ganar en la RAE y su compendio de definiciones. Todas quedan de personas avarientas, ambiciosas o aprovechadas. La raíz misma de la cosa.

1  Adquirir caudal o aumentarlo … 2. Obtener un jornal ... 3. tr. Obtener lo que se disputa en un juego, batalla, oposición, pleito… 4. Conquistar o tomar una plaza… 5. Llegar al sitio o lugar que se pretende…6. Captar la voluntad de alguien. 7. tr. Lograr o adquirir algo. 8 Aventajar… 9. Avanzar… 10. intr. Mejorar, medrar, prosperar. 


Pues bien, aunque no me paseo por las redes politiqueras en demasía —prefiero la paz instagramer porque soporto mejor el postureo per se que el maniqueísmo pedante y fariseo de Facebook o Twitter— voy leyendo desde que los de VOX irrumpieran en el arco parlamentario andaluz que las personas que nos abstenemos somos básicamente peores que terroristas, colaboracionistas de una ultraderecha que retrocederá todo 80 años —como si el gran capital los fuese a dejar o les interesase a ellos—, seres malignos sin derecho a queja alguna. Yo he expuesto mis razones de forma sobrada por ejemplo aquí.
Y aumento con otras. Los que te azotan desde el lado izquierdo del espectro con eso se cree que todos los abstencionistas son desencantados. En mi caso a lo mejor aciertan en eso, la verdad, pero es que se creen que si votasemos los abstencionistas lo harían según sus deseos. Porque la añadidura a casi todas estas frases de homilía y dogma es que al final o votas a los que ellos dicen o eres un enemigo de clase, un traidor a tus ancestros —suponen también que todos nuestros abuelos fueron perdedores de la guerra— y un largo etcétera de latiguillos. Echan mano de Brecht citándolo erróneamente, ponen chistes gráficos tendenciosos y memes facilones de nivel de cuando leíamos El Jueves con quince años. Son esa gente tan demócrata que se manifiesta por lo que ha votado otra gente. Elí, Elí … ¿Lama sabactani? Pero sin perdonar nada ¿eh?. NO HAY NADA MÁS TONTO QUE ___________________________ (pongan aquí su demagogia favorita).

Todo sectario busca un antagonista colateral, aparte del obvio. Yo, que vivo en mi burbuja anteriormente linkeada, que apenas me meto en movidas, que bastante tengo con mis guerras internas y solo me interesa la política de forma tangencial —sigo la evolución de Norkorea, del Donbass y poco más, y lo demás que veo es a toro pasao—, he sido tachado por generalización —y algunas veces de forma directa— en los últimos años de: cómplice de asesinato, de genocida de mujeres, de verdugo por comer como como, de elemento subversivo por aquellos que ven contubernios en todos los lados, por no comulgar con ruedas de molino, de fascista por no seguir determinadas corrientes a la moda de lo polite. Soy, somos todos los abstencionistas, unos enemigos colaterales, si no directos. Las libertades tan restringidas en las que vivimos, basadas en falacias y acuerdos de mínimos, aún nos dejan quedarnos en nuestra casa. Me abstengo desde mediados de los 2000 y los resultados a mi alrededor han fluctuado en los diferentes niveles de gobierno independientemente de mi voto por corrientes dictadas por coyunturas de pensamientos únicos, vaivenes periodísticos y judiciales y moditas. Déjenme fuera de sus cuentas de la vieja. Ya soy despreciable en la estadística. Mis desapegos han sido ampliamente meditados. Los que piden respeto jamás lo ofrecen. Yo no exijo respeto de nadie, porque ¿pa qué? Pero no me sean coñazo.
Al menos eso.




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