viernes, 13 de marzo de 2009

Transfusión


Mi madre me dijo en repetidas ocasiones que encontraría chicas como tú. También me previno: "Nunca sabes lo que te puedes encontrar". Las tres revoluciones del planeta vivo ya se han producido a nivel microbiológico pero tú sigues siendo una chica pobre y ordinaria que vivió un romance con un médico rico y déspota. Cuando estuve en Inglaterra la lluvia parecía eterna y te busqué por todas partes más no te encontré, ni hallé rastro alguno de tus huellas neumáticas. El sobrecargo me animó con su mirada, pero pasé todo el vuelo velando las armas. Mi amor vienés por tí es salvaje; tu cuerpo mi estilete, mi sangre y excrementos pintura.

Los abogados están asombrados de mi capacidad de recuperación, ejemplo de esa pasta especial de la que estamos hechos los mártires totalmente afeitados. Fui uno de los 135.000 asistentes -cifra superior a la pasada edición- en la XI Feria Mundial del Toro, muestra que este año tuvo como eje central la dehesa. En el kiosco de las flores de Sevilla escuché plácidamente y por vez primera a Elurretan, mientras degustaba unas huevas con cerveza a la caída del sol. Lagos chispeantes para la relajación estival en el purgatorio de los sentidos.

He insultado a tu familia monoparental y me siento orgulloso de ello; tan sólo quiero engrasar con mi propia sangre la fábrica de quietudes nerviosas. El imperativo ético de tu inteligencia te ha conducido al desengaño más atroz. Me están llamando por teléfono otra vez, así que tendré que escribir la carta un poco más tarde.



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