"Lo que tiene vigencia a partir de ahora es «la fe por excelencia», «la obediencia por excelencia», «la lucha por excelencia». Resulta que eso parece ser aun algo mas elevado. Pero en verdad eso es la fe en la fe, la obediencia a la obediencia y la lucha por la lucha. Esta incondicionalidad gira en el vacio de la nada nula: el desconcierto a toda costa como principio de la educación. ¿Se puede erigir un «Imperio» sobre ello?" (CUADERNOS NEGROS 1939-41)
Si Heidegger destila su decepción de lo pardo en sus CUADERNOS NEGROS ya no mucho después de su deslumbramiento, yo (infinitamente inferior a MH en la expresión de mi elucidación del Meollo) me siento plenamente identificado a estas alturas de mi trayectoria con esa decepción, en mi caso trasladada a mi experiencia con algo infinitamente más banal que lo pardo como fue el mundillo "nacional" postfranquista (ese duplo de décadas -78/98- que, desde la distancia actual -bendigo a quienes, sea por trato o por lectura, me han ayudado a lograr tal distancia-, considero una pérdida de tiempo por elevar a categorías "heroicas" y dignas de atención lo que no pasaba de juegos de rol y variaciones politizadas de actividades tan idiotas como surfear sobre vagones de Metro -morirte o lesionarte practicando tales actividades no te hace "sublime" ni destinado a "panteón" alguno sino doblemente idiota: que cada palo aguante su vela-).
No es de recibo que la mayor parte de quienes continúan inasequibles a la autocrítica de su pasado se sientan más en empatía con el reality snuff de Kiev que con la realidad regeneracionista de Moscú (para una vez que la realidad les planta su guante, son incapaces de estar a la altura): en eso, sí, lo reconozco, son coherentes (jugadores de rol ayer, hoy, siempre -antimateria de Heidegger y al servicio, como buenos GLADIAtori, de los titiriteros que dirigen a golpe de pulgar el gran circo occidental-).
A MODO DE CODA //
"Como pseudocontestación a ello, tenemos la valoración aberrante de los conflictos frontales ya no por fanatismo o por extremismo ideológico como antaño sino como una perversión lúdica más, hooliganesca e incluso cercana a la visión que puede deparar la actualidad como una perpetua snuff movie (ahí algunas ¿defensas? morbosas –criminalmente frívolas y carentes de todo contenido doctrinal y, por lo tanto, incapaces de comprender ni por un instante aquello que dicen defender- de los momentos más crudos del choque balcánico, de megaatentados como el de Oklahoma o el 11S, o de regímenes como el de los Jemeres Rojos –sin olvidar toda esta devoción repugnante en torno a nuevos mitos como el Club de la Lucha, que nos hermanan con los más entregados espectadores del circo romano-). Si a la patología de la emasculación colectiva que implica Lo Políticamente Correcto sólo se le opone una patología de signo contrario, de ultraviolencia lúdica, el resultado disidente continúa siendo cero. Resulta más excitante y trendy tomar partido por Limonov que por Duguin cuando estos se distancian: pero seguramente para el Pentágono incomode más que el aventurerismo estridente y egotista del primero la constante eurasiática del segundo, su rigor geopolítico y SOBRE TODO su influencia en Vladimir Putin." (autocita)
Dugin rompe definitivamente puentes con Occidente (esto es, con el capricho, el juego de rol, el aventurerismo lúdico, el impulso de movimiento sin eje) y se REALIZA (esto es, se responsabiliza de lo real ante Rusia y ante Putin -entendido éste, como la fuerza motriz más funcional para la regeneración-) cuando asume y comienza a verbalizar su decepción de Limonov (no es de recibo para nada que de los dos máximos representantes del tan demonizado "NAZIBOLCHEVISMO" según la propagandística jerga rusófoba impuesta por la corrección política, Limonov sea editado en castellano por la misma editorial mainstream que años antes había publicado al Escohotado más travestido de Jünger (Escohotado, el más actual doctrinario del Occidente terminal con su caOSpitalismo fractal en patinete) en tanto que para leer a Dugin haya que recurrir a Internet, a libros en otros idiomas o, si es en castellano, a opúsculos aparecidos en iniciativas editoriales al margen de lo establecido.
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