lunes, 17 de abril de 2023

EL (obituario)

 

Comulgábamos en Putin ("somos unos auténticos hijos de Putin" solía recordarme con alborozo) y en el 2016 apostamos por Trump frente a Hillary (cuando Trump fue desbordado por el cenagoso Deep State en Siria, él cambió su actitud frente al peculiar inquilino de la Casa Blanca), odiábamos a Pablillos con la misma unísona intensidad, disonábamos en otros nombres (el castrismo o el bolivarismo nunca me hicieron levitar -aunque para él, por mor de peripecias político/existenciales, Cuba fuese una prioridad muy alta, por no decir la más- y a él mi particular filia con Ayn Rand le rechinaba bastante), a partir de la ruptura de puentes de Moscú con Occidente a comienzos de 2022 su rusofilia se acrecentó y comenzó a reivindicar al mismísimo Dugin (haciéndose eco en su último blog del duelo por la hija muerta). 


El último disco de PARAISO (casi testamentario -sólo hay que ver las ausencias e incorporaciones de la formación en aquel momento- y publicado años después por otro egregio difunto, Mario Pacheco) se grabó a iniciativa suya y también fue él quien metió a LA MODE en un estudio para grabar la primera maqueta (que sirvió como pasaporte para firmar algo más tarde con Nuevos Medios). Cuando estuve al borde del suicidio a fines de 1988 por la losa del veto progre/macarthista contra mí él me rescató invitándome a colaborar en su radioespacio de madrugada en RNE. En los últimos diez años, aparte de reeditar algunas entradas mías en sus blogs y de ser una de las escasas presencias en la película de Pinzolas que mantienen su vigencia, solíamos quedar cada x tiempo para yantar en Madrid (dejé puntuales testimonios en mi otra vida de FB) y hasta me echó en varias ocasiones un cable para aliviar mis estrecheces.


En un post de FB he hablado hace un rato de orfandades. No me refiero, desde luego, a lazos de adn sino a los que me unieron a las diversas figuras paternas que, cada cual a su modo, en plan más socrático/mentor que patriarcal, me ayudaron a SER y llenaron el vacío dickensiano dejado por el biológicamente ausente (por escaqueo incluso antes de mi nacimiento). El (junto con otros nombres, como el ya mentado Pacheco o el brujo Eduardo Haro Ibars), con su desaparición, me hace sentir una vez más huérfano. Un huérfano no tan distante en edad (desde la perspectiva actual -yo, con 65, entrando en la edad del A LA MIERRRRDA y de los carnets para viejunos, y él que no llegó a culminar la ochentena-) aunque sí desde mi condición de retarded emocional frente a su madurez innata, reflejada en esa voz de señor hecho y derecho que ya tenía cuando apenas salía de la adolescencia y que a varias generaciones nos dio la impresión de que había estado en la radio y la tv casi desde el nacimiento de estos medios. Cuando fue perdiendo esa voz (primero el ostracismo, después la biología) algo ominoso se empezó a gestar. Hasta el día de hoy... 

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