Si la única posibilidad de soberanía de los palestinos es dentro de un panarabista corredor GRANSIRIO que fuese de Damasco al Sinaí (y no como marionetas de Soros o como bantustan onusino a lo Kosovo), la única posibilidad de existencia para los saharauís occidentales estribaría en la reintegración de ese territorio en una dinámica PANHISPANA (tan grata al incomprendido creador de Pío Cid: uno de los suicidios intelectuales más justificados, para quien haya leído en profundidad su obra y su circunstancia) que, desgraciadamente, quedó cercenada en el fondo con la muerte de Carrero, su principal valedor (esa muerte que Franco, el cobarde testosterónico, definió de manera imperdonable con su falazmente críptico "NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA"), y en la forma en el año 75 con ese último acto de idiosincrasia franquista (energías volcadas en la sangrienta y extemporánea "venida arriba" de las ejecuciones caniculares -que Carrero seguramente habría impedido, como lo hizo cuando el proceso de Burgos- seguidas del descangayamiento ante un pulso con Marruecos en donde hay tanta parte de culpa en el lado más "rajoyano" del agonizante Caudillo -esos momentos de low profile que sus incondicionales aplaudían como "retiradas estratégicas"- como en los primeros borboneos fácticos de su presunto heredero -tan querido, cómo no, por el sultanato halauita-). Si los magos de Oz sorosianos y onusinos no brindarán a los palestinos más que la droga dura de una realidad escamoteada en espejismos entre cínicos y compulsivamente nihilistas, pensar que los maquiavelismos cortoplacistas y demagorreicos de Sánchez, Redondo el del implante y los estertores podemonclovitas suponen un mínimo apoyo a los intereses que reclama el Polisario es ser tan idiota o tan cínico como los que todavía piensan en una Palestina construida a golpe de bombazos suburbiales jihadistas contra el arsenal nuclear israelí.
sábado, 22 de mayo de 2021
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