sábado, 16 de mayo de 2020

LA LETRINA Y EL PENDULO (parafraseando a Poe)



Sigo con alborozado vértigo la serie BILLIONS y atiendo con no menos goce el devenir del mundo eslavo (ese del proverbio balcánico ARRIERITOS SOMOS... elevado a la enésima potencia de ferocidad)... Dos focos de iluminación para redimirme siguiendo al péndulo de Poe (ese péndulo en espiral que nunca repite exactamente el movimiento, aunando siempre la novedad insita en el deja vu) de la tentación de creer (por esta coyuntura puñetera de residente en un país/letrina -coyuntura, insisto-) que la mierda es la norma irreversible cuando lo irreversible es siempre un espejismo. Fié en Sánchez desde el minuto cero de la moción de censura de 2018 como catartógeno piloto del Titanic que nos llevaría al día después del acabóse (pero, primero, obviamente, el acabóse -en eso estamos...). Su condición de gafe para el bajuno mundo que lo aupó (el submundo de la tonterida, de los protocolos demagorreicos y emasculadores, de los chantajes morales, de los fakes anticrísticos...) va adquiriendo, en crescendo digno de tocho apocalíptico de Stephen King, dimensiones planetarias, nunca mejor dicho. La Nueva Normalidad (que él convoca con la frívola idiotez del gafe) no es, por supuesto, la expresión vacía, parcheadora, que verbaliza con sus socios, entre triunfalista resuello negador de la realidad y gluglutazo yodado de náufrago. La Nueva Normalidad es el día después a la coyunda con el témpano. Sólo quienes sabemos que hoy, en el planeta, la letrina eXXXpaNYola es más excepción que regla, podemos sonreirnos ante un porvenir donde el BIENSER solamente podrá recobrarse a costa del bienestar. Un porvenir que ya no es hipótesis sino un (esto sí que sí, irreversible) NO HAY TU TIA.

domingo, 10 de mayo de 2020

Nueva normalidad Vs eterna discordancia

“La normalidad es una ilusión.
Lo que es normal para una araña 
es el caos para una mosca”.
 Morticia Addams


De un tiempo a esta parte —supongo que ha ocurrido desde comienzos del loco siglo XX y ha continuado en el corriente— los neologismos vacíos han brotado como setas tras la lluvia. El lampedusismo imperante busca las argucias para vender como nuevo lo antiguo, como novedoso lo caduco. Parece ser que este término —new normal—surgió a raíz de la crisis del 2008 y que han ido colocándole el sambenito a un evento planetario tras otro —hay tantos— con este pegolete, que en inglés tiene nombre de fuente del Word.  La máquina fagocitadora de terminologías gagás — o sea, lo que es noticiable— necesita eslóganes, consignas, material que suene fresco, y que oculte un retroceso manifiesto —o simplemente, la nada— como una adaptación conveniente. 

Cuando ocurre, como es este caso, un posible cambio potencial enseguida le echan palabrejas encima para normalizar. La fuerza de la costumbre mata cualquier alternativa. Normalizar es homogeneizar. Y dentro lo homogéneo aquí son los falsos heterodoxos. La imprecisión del lenguaje es tan audaz, que se le da a los valores relativos el valor de lo absoluto, desmontando cualquier intento serio de cambio. 

¿Y la discordancia? Lo que sale de la norma sigue siendo una constante universal. No ha cambiado nada, ¿entonces...? Entonces lo anormal· excepcional·extraordinario·insólito·marginal·irregular·enfermo·degenerado —todos antónimos de la palabra normal— sigue siendo perogrullescamente lo mismo de antes. 

Las formas más que el fondo, la teología de lo somero, ese creer que los filtros de Instragram de nuestra mente harán que parezcamos menos podridos por dentro.  No, hija, no. Por eso la discordancia entre los que no están (estamos) de acuerdo —con un todo global, no con parcelitas de chalet adosado del pensamiento ramplón— sigue siendo la misma. Ayer, hoy, siempre... ¿siempre? Bueno, hasta que el futuro salvajes nos alcance. Y ese día ya dará igual 8 que 80.