(esta noche he soñado con la siguiente realidad apócrifa:
cuando la oronda Amy Lowell dio calabazas al minotauro Hulme
y éste, con laberíntica concisión, decidió llamarla al orden...)
La parafilia, en sí, no es pecado. Lo es cuando se arroga el rango de norma y pretende señalar qué es pecado y qué no. Ahí comienza la cuenta atrás hacia su traumático despertar...
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