En el escudo de la ciudad de Amberes, sobre un fondo rojo se yergue una fortaleza blanca con tres torres, la del centro más alta que las que la flanquean, protegida, u ofrecida, a su vez por dos manos blancas que mostrando las palmas levitan sin ser prolongación ni justificación de sendos brazos.
Pero es posible que a pesar de estar abiertas, las manos no ofrezcan la fortaleza, puesto que es gesto reconocible del ofrecimiento el tender los dedos hacia el suelo, y en este escudo los dedos, al igual que las torres, se dirigen hacia el cielo. Como un mago que infundiese en su público la sorpresa al guardar entre los signos de admiración de sus brazos la aleteante paloma aparecida.
Es también gesto que indica buena intención o al menos carencia de armas, con lo que una eventual mala intención quedaría desactivada o algo corta, abandonada la defensa del bien o mal intencionado a las astucias del ingenio o de la magia que hace aparecer palomas blancas donde no las había.
16 comentarios:
Albricias por tu blasonado debut luminarca y, generalizando, por tu vuelta a las lides internautas. Por cierto, el amigo Lupercio anda desasistido en cuanto a sus epopeyas melopeicas (a ver si nos ponemos al día, estimada demiurga).
Paloma antuerpiense, luego existe.
Todo un baile heráldico. Clorata de Potasa
Yes, estará el pobrecillo reseco, y a mí no me llegaba la línea.
Gracias por tu saludo. Si no puedo recuperar el tiempo perdido ya lo hurtaré de por ahí.
Ah, sí, las aves deben hacerse compañía para sobrevolar las ciudades.
Escatología del dodo como ave columbiforme (microtesina o haikutesina o tesina instantánea Hornimans):
Una cagada de dodo, estratégicamente encaramado en la Telefónica (a la cual, ya que es ave no voladora, habría subido a lo King-Kong, con la revista dodónima en ristre a guisa de -cliiiin, interactuemos, el público elige- ¿Fay Wray, Jessica Lange, Naomi Watts?), puede ser el glorioso pistoletazo para unas celebraciones alternativas piellobunas de la Gran Vía. El dodo podría atiborrarse en el vecino cubil de Asela de pienso altamente laxante y prepararse para su gran momento.
Especies, yo me sé de dos escudos diseñados en el siglo XX que te pueden dar juego. Si te interesan te los cito. La historia de verdad me la sé, pero intuyo que tu explicación será más interesante. Yo soy más de campo de lechugas que de gules. Qué acertada osadía herádica la tuya.
Fernando, lo de la Gran Vía puede resultar muy divertido. Tu viñeta es espectacular.
Es me acordé de algo que me contó mi tío Antonio cuando íbamos a recoger a mi tía a la Telefónica, de que en los altos del edificio anidaban unas pequeñas rapaces cuyas cagadas eran antológicas. Ignoro si seguirán o las habrán reubicado en alguna reserva.
Si no recuerdo mal, Luis Miguel Domínguez (el heredero de Félix Rodríguez de la Fuente), en una serie documental, hablaba de las aves que poblaban la ciudad de Madrid pero no lo seguí entero y no sé si tocó esto que digo.
El oro día comentaban en la tele (Alfredo Amestoy) que hay un halcón en lo alto de la Telefónica para "disuadir" a las palomas. Igual que en Barajas.
Pues debe de ser, he, he, el halcón milenario porque a eso se debía de referir mi tío cuando yo era tierno infante.
Claroscuro, entonces dime cuáles son esos escudos, gracias.
Pues no voy a ir muy lejos, el de Aranjuez -rio, palacio y cruz de Santiago; y el de Getafe -Sagrado Corazón y aviones (sí, aviones) en tresbolillo sobre campo de sinople. Ambos de mediados del siglo XX, con las bendiciones de la Academia de la Historia. Evolución muy lógica de la heráldica.
Eso hay que verlo, Magdalena. Lo de los aviones me parece muy alucinante. Sólo en España se puede conjugar la heráldica con los Phantom.
Cuentan por ahí que una de las manos es la de Simón Padilla, de Torredonjimeno, Jaén; soldado de los tercios que entraron en Flandes, cuya bravura era de fama, y que fue finalmente muerto en batalla, tras lo cual se paseó su mano por toda la ciudad... clavada en la espada de su capitán.
El caso es que, muuucho mucho antes, un gigante nórdico tenía la costumbre de amputar las manos de los visitantes que no le rendían tributo.
Tb el escudo de los Alvargonzález asturianos porta de modo principal una mano que sangra por la muñeca, y ellos dicen que la portaban en sus escaramuzas, cuando aún cabalgaban.
Nórdico tenía que ser: los mafiosos nipones, algo más bajitos, se conforman con un dedito.
Muchas gracias por el soplo de los escudos, claroscuro. Aranjuez lo abandonaré porque si sigo la serie tengo intención de hacerlo por orden alfabético, con una sola ciudad para cada letra, pero hasta que llegue a la G de Getafe tengo tiempo para preparármelo y afinar.
Limbo, luego traté de averiguar de dónde venían esas manos, y leí lo del de Torredonjimeno. Al principio no quise saber nada, para poder describir sin estar condicionada.
Yo sin condicionamientos recordé un amuleto misterioso que cierta chica me enseñó a escondidas en el salón de su casa, meses después de haberme hecho probar su menstruación en una merienda de brujas y demonios (sólo éramos dos). El amuleto consistía en una mano de la cual pendían cinco objetos. Yo recordaba que uno de ellos era un cuchillo. Ella me asegura que no había cuchillo alguno, y sí un cuerno y también un trébol.
Años más tarde, esta misma mujer me advirtió de un enorme peligro: alguien se deisponía a hacerme mucho daño. Lo había visto en sueños. Yo decidí no hacerle caso, pues la persona encargada de provocarme ese mal era entonces muy cercana a mi. Por supuesto, recibí el daño vaticinado durante largos y penoso meses y a cargo de la persona contra la cual ella me había prevenido y casi rogado que me alejase.
Esta mujer de la que os hablo es hermosa y rara.
Hace años que no nos vemos.
Hablamos.
Ella dice otras cosas que no os cuento. Sus ojos son verdes y tiene el pelo largo, castaño. Piel blanca y callada como su miedo. Cuando nos despedimos la última vez estaba recluida en lo alto de una columna en mitad del mar. Yo salté y me fui nadando; la dejé allí.
Al cabo de otras aventuras, volví a encontrarla en una calle de Madrid y le pedí un beso, pero me apartó la cara. No falló nunca ni uno sólo de sus vaticinios. Un día dijo que sabía quién era yo, y acertaba aunque entonces pensé que lo decía por amor.
He ahí el significado oculto del escudo de Amberes.
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