Si usásemos el SALO pasoliniano como prueba del algodón a aplicar para las orgías de Celine en sus años más promiscuos (antes de conocer a Lucette) y carearlas con las peripecias íntimas de "La Familia" comandada por Sartre/Beauvoir, tal vez nos sorprendiese lo ¿paradójico? del resultado. Hablando de paradojas, en total inversión, LFC, en cuanto a sexo, describe mayormente escenas ominosas en sus libros (sus recuerdos como impremeditado/alucinado testigo de cargo -en este sentido, contraimagen del propio Pasolini, que elabora su film testamentario desde sus recuerdos de la estancia en la RSI, no muy diversa en lo expresado de los momentos más crudos que LFC muestra en su trilogía alemana, sobre todo en NORTE-) silenciando las vivencias mucho más luminosas y empáticas (que solamente se reflejarán oblicuamente en los ballets y en evocaciones nostálgicas de algunos momentos londinenses, momentos esperpénticamente felices) en tanto que Sartre/Beauvoir, en su constante obsesión por el secretismo y la autorrecreación "al alza" de sus vidas, mutilan con una capa anodina (de existencialismo barato) lo más oscuro, digno en no poca medida de una novela celiniana o un film pasoliniano (a caballo entre TEOREMA y la mentada SALO), si lo viviseccionásemos desnudándolo de la distancia logorreica (la historia de "La Familia" contada de manera inmisericorde, en todas sus miserias, por Ferdinand, qué joya escamoteada por el destino).
Sobre las orgías celinianas hemos de atenernos a las biografías dedicadas a él, a su escrito más testimonial al respecto (GUIGNOL'S BAND, en donde se recrean algunos de los momentos más desmadrados vividos en el Londres de la Gran Guerra) y, obviamente, la correspondencia con diversas participantes en tales veladas (más testimonios retrospectivos de algunas). Hay básicamente atracción carnal en base a una profunda apreciación de la belleza física que se refleja en su fijación con las bailarinas y el ballet entendido casi como una misa profana (el destino -que no deja costuras sin hilo- acabaría por acercar a LFC con la mujer de Wilhelm Reich en el momento de mayor exploración psicológica de Destouches -exploración bastante destacada en esta biografía premeditadamente psicoanalítica-), más abundante componente lésbico degustado retinalmente con avidez por un voyeur LFC (Erika Ostrovsky, en sus aproximaciones al sujeto, ha dado bastante importancia a la cosa mirona).
La edad emocional de la sexualidad celiniana y la del tándem Sartre/Beauvoir, nada más opuesto. El frenesí truculento entre apocalipsis y profecía, más propio de las páginas más terroríficas de los cuentos infantiles o de los antiguos testamentos para públicos poco civilizados contrasta con esa impersonalidad cool, megaburguesa, quasi "transhumana", de la sexualidad como cogitación intelectual (que no como impulso). Un niño puede tender a la zoología, la biología o la etnología sin perder un ápice de su condición inocente, esto es, perversamente polimorfa. Un niño psicoanalista, o "director espiritual", ya no digamos "sociólogo", que ve desde fuera su propia condición infantil, es bastante más monstruoso. LFC, el niño irreductible 400 veces golpeado, el PETER PANTOINE DOINEL contrasta en sus mil manifestaciones (no sólo eróticas sino en sus amistades, tan hombres/niños como él -excéntricos, desmesurados, bizarros, por usar palabreja de moda, naturalmente bohemios, karma y no pose- o en el modo de ocuparse de su pecunio -toda la epopeya del oro danés o del viaje a la URSS es más propia de cómo un niño administraría sus caudales que de un avezado financiero-) con el narcisismo frustrado de los que focalizan toda su obra en su contencioso con el espejo por el ojo pipa (él) y las facciones anodinamente roedoras (restregadas por su "mejor amigo" con ese mote de CASTOR) y el cutis fatal, fatal (ella). El torbellino de luces y sombras que configura el eros celiniano, siempre huyendo del Poder y sus engranajes (que siempre suponen un golpe más), siempre buscando un refugio de afecto e ilusión en bailarinas, animales o niños, antítesis de la grisura gélida del tándem JPS/SB, telaraña entre diván y confesionario para libar vampírica, bathorianamente, jugos de frescura adolescente, procurando la corrupción en su odio atávico a todo lo que suponga niñez. El odio a la niñez de los niños/viejos... En el libro de Ostrovsky CELINE AND HIS VISION, en el capítulo dedicado a su "humanismo al revés", resultan especialmente conmovedoras las páginas en que se destaca la empatía celiniana por los niños (borderline incluidos, como el Jonkind de MUERTE A CREDITO o la recua de débiles mentales en NORTE) y animales, cuya pérdida le resulta más dolorosa que la de los adultos porque supone la pérdida de la inocencia, justo lo contrario de la aversión beauvoiriana por la niñez, cuyo ejemplo más visceral es ese uso automático de la pequeña Marie Antoinette como escudo humano (a lo Greg Stillson en LA ZONA MUERTA) para protegerse del primer soldado alemán que se le acerca, sin olvidar su comportamiento profundamente distante con sus alumnas, solamente suavizado por imperativo de esa trata de blancas a escala minimal que suponen los burocrático/científicos tomateos de "La Familia".
El momento en que la saga celiniana tiene un contacto más estrecho con lo que supone intelectualidad es en esos primeros 30 de escarceos psicoanalíticos por Mitteleuropa, puerta abierta por Cillie (gimnasta y sufridamente ingenua, más paciente que actuante -como se desprende de la correspondencia- en ese mundillo de sus amigas las Annies, mundillo regido en última instancia por Freud). Fruto de ello será su libro más introspectivo, MUERTE A CREDITO. Hay entre el 35 y el 36 una crisis que da pie al niño irreductible a negarse a abandonar su condición primigenia (sin llegar a entender lo mucho de niño/mago/brujo -esto es, de antiSartre- que había en Freud, en Jung, en Adler, en Reich, más cercanos en no pocos aspectos a esos inventores pintorescos que evocaría en la mentada MUERTE A CREDITO y en GUIGNOL'S BAND -o, ¿por qué no? a ese gemelo luminosamente inverso de LFC, el no menos frenético Ken Kesey, en sus choques contra la autoridad de un psicoanálisis devenido en disciplina lobotomizadora más que esclarecedora-) y da de lado el sondeo subconsciente para refugiarse en explicaciones literalmente más infantiles pero también más incompletas (el racialismo de Montandon o ese híbrido de cuento infantil terrorífico y antiutopía que son LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION) cuyo gancho (garfio) desgarrará su vida ya de manera ¿irremisible? (lo mismo no del todo, si nos atenemos a su nostálgica defensa de Freud en una carta a Milton Hindus -agosto del 47-, donde éste minimiza como científico al creador del psicoanálisis, y donde LFC reivindica a Freud con un enfoque casi psicodélico que no habría disgustado a Kesey). El golpe 401, el definitivo, vendrá de lo que se le antoja tan erradamente salida del callejón y le llevará a las páginas menos esclarecedoras y más gratuitamente ofensivas de sus pamphlets. Se puede pensar en lo parejo de los impulsos de LFC y Kesey por huir del nido del cuco (de su emasculación lobotomizadora -es curioso cómo la figura del cuco aparece en los pamphlets y cómo el Enemigo en ellos está siempre ligado a caer en la trampa del conformismo, identificado con el belicismo tanto en el alegre pillastre de los últimos 60 como en el acerbo antisemita de los últimos 30-): similares e irreprochables en su intención pero más averiados en su percepción (trágicamente averiados) en el caso de Ferdinand.
En cuanto a "La Familia" (remito al libro glosado en un reciente post en FB post así como al texto sartriano más honesto en cuanto a autobiografía, la obra de teatro HUIS CLOS, esa especie de snuff más mental que físico que describe bastante bien el nada gozoso ambiente del clan de marras), aquí encontramos unos lazos basados mayormente en afirmaciones de jerarquía y poder como manifestaciones sexuales de revancha y resentimiento, con una Beauvoir conseguidora/proxeneta de jovencitas (mayormente alumnas suyas) de origen eslavo y tendentes a la disfuncionalidad emocional, y un Sartre que asume el sexo como un acto burocrático de timbrado/estampillado para ratificar notarialmente su preeminencia en semejante tomateo. Hay un joven bello, Jacques Lauren Bost, dedicado a dar un mínimo de sentido carnal al lado más hetero de Beauvoir y a algunas de las jovencitas (no muy satisfechas con la carne sartriana, tan diferente de su verbo).
Muchos años después, en California y no en París, otro colectivo lúgubremente sexual (aunque más explícitamente dirigido a lo tanático) también será conocido como "La Familia". También habrá un líder bajito y manipulador (y no muy agraciado físicamente -que basará su carisma no en la dialéctica razonante/silogística sino en una cierta destreza hipnótica fuertemente apoyada en muletas psicotrópicas-), y otro joven bello (Bobby Beausoleil) más el consabido montón de jovencitas tronadas. Falta a primera vista una Beauvoir (aunque en la escena tarantiniana de ERASE UNA VEZ EN HOLLYWOOD en que el personaje de Brad Pitt visita el campamento/comuna parece asomar un elemento femenino más cercano, por edad y jerarquía, a la partner de Sartre). El predador vitalismo white trash/lumpen contrasta con la intelectualidad cool y logolátrica de "La Familia" parisina pero el común denominador pasoliniano está ahí, para quien desee ABRIR/CERRAR LOS OJOS COMO PLATOS (sí, otra alusión que viene bastante al caso). Y, ya que antes mencioné a Kesey, otra contraposición atinada sería Los Alegres Pillastres en sus peripecias (narradas tan espléndidamente por Tom Wolfe) y el escalofriante uso de la psicodelia por Manson y su "Familia".
Y ahí lo dejo: lecturas y visionados comparados de todo lo mentado y ustedes juzgarán qué momentos orgiásticos tienen más que ver con lo descrito en SALO, si lo ligado al deplorable Celine (deplorable, ese término tan hillaryante) o lo experimentado por el tándem quintaesencial del antifascismo y la "liberación femenina" (sí, hay mucho de EXPERIMENTO caligarianamente clínico en los tejemanejes de Sartre y Beauvoir con sus hermosas y malhadadas cobayas).
Un apunte final:
Está la grisura sórdida (impersonalidad roñosa) de los escritos de Sartre y Beauvoir: sus únicos momentos palpitantes (por así decir) serían, respectivamente, la ya mentada HUIS CLOS y el ensayo EL SEGUNDO SEXO (desahogo ensayístico para homólogas de la autora, esto es, mujeres feas -porque así se ven, como las anoréxicas se ven siempre gordas- que viven su femineidad desde el resentimiento y la revancha, y que sólo puede atraer/embaucar a algunas mujeres bellas desde las telarañas culposas, desde la bajada de defensas ante el chantaje moral/emocional). Y está el CLAROSCURO celiniano (subjetividad frenética) cuya máxima y más delirante expresión será la inclusión dentro de su escrito más ofensivo (el BAGATELLES...) de los ballets (esto, es, sus textos más ligados a la belleza y que él consideraba su actividad creadora más sublime, más ¿sacra?). Ostrovsky habla de Jekyll y Hyde y uno piensa/imagina/se recrea en un Celine pontífice, ocupando el trono vaticano (nada que ver con los papas teratológicos sintetizados en el ominoso cuadro de Francis Bacon, porque estos eran impostores mayormente cínicos, Nerones travestidos de cristianos, ortodoxamente constantinianos: el CLAROSCURO celiniano es verdadero desgarro y reflejo descarnado de la cruda realidad del mundo demónicamente carnal, como ninguna logorrea existencialista -Heidegger aparte- podría expresar). Y una prueba más de la condición positiva de la sexualidad celiniana en sus más íntimos entresijos se mostraría de manera palmaria en su primer escrito como creador, antes de ser LFC, la tesis del dr Destouches donde de manera teologal se nos cuenta, cual evangelio clínico (con una ferocidad digna de los Juanes -el Bautista y el Apocalíptico-, tan justamente resaltada por Erika Ostrovsky), la pasión de un Cristo encarnado en ginecólogo, SEMMELWEISS,
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