Acabando el segundo tomo de las copiosas memorias de Lee Kuan Yew me pasmo ante su visión ecuménicamente darwinista social. Un único referente histórico de pensamiento: Confucio (pero un Confucio no distorsionado por latrías, tópicos o estereotipos -o, aun menos, por coartadas "bananelas" para la corrupción- sino al servicio de un Absoluto, la FUNCIONALIDAD). No hay razas, sexos, credos que justifiquen del todo rango alguno o escala de poder: sólo el mérito personal integrado en un servicio al entorno (en este caso, Singapur). El Otro existe para aprender de él y para interrelacionar en provecho propio, no para avasallarlo pero tampoco para dejarse manipular por él. El maquiavelismo destilado (destinado) a su concentración más sublime, la que conduce a la calidad de conducta (habrá quien la llame bondad -quizás sería mejor "excelencia"-) por mor de lograr lo mejor en el sentido mejor, con más amplio criterio tanto espacial como temporal, sin anteojeras ni cortoplacismos.
Cuando Escohotado pretende conjugar su presunta emboscadura jüngeriana con su admiración por LKY (admiración atemperada por un impresentable pliego de cargos derechohumanistas con fuerte tufillo sorosiano) no está desencaminado en el concepto aunque sí por su motivación (que sólo puede llevar al caOSpitalismo fractal en patinete, algo completamente ajeno, por no decir antitético, en su disfuncionalidad tanto al prusiano como al gran coach del desarrollismo extremooriental). Qué gran diálogo podría haberse iniciado en las alturas (tal vez ahora se esté produciendo en el trasmundo) entre el entomólogo teologal que alumbró a Martin Venator y el gestor de gestores, el que elevó la praxis a su más nuda y descarnada esencia.
Aquí hubo un hombre que, desde su bonhomía y profunda voluntad de construcción, trató de enproar esa síntesis en un país hecho trizas que buscaba recomponerse. Los amigos de las trizas lo destruyeron a él también un diciembre del 73 y, a partir de entonces, entre fugaces destellos de esperanza, sólo se ha asentado el consenso de la oscuridad (la oscuridad del cinismo, de la corrupción inicialmente funcional pero abocada por su propia dinámica tumoral al colapso, de las diversas voluntades de muerte disfrazadas de "heroismo" o "liberación nacional" o "discriminación positiva" hasta lograr la confluencia de tod@s l@s inept@s en una común negativa a la autocrítica, en una contumaz y estrucia actitud de "encantad@s de conocerse").
Yo, apeado de mi quijotismo y aferrado a la lucidez como único patrimonio (y, por ello, condenado al ostracismo en un tiempo de necios), valoro lo que casi nadie valora. EJ y LKY un mismo combate. Vamos, otra disparatada ventosidad hermenéutica del Zurdo...