Uno de los signos definitivos en los individuales manifiestos de indignación y egocentrismo era el SPEAKSELFIE o el grabarse a sí mismo con un smartphone o listófono —muchas de las veces conduciendo y/o en el trabajo— denunciando alguna situación que creían injusta o que le podía reportar aplausos, difusión y viralidad. Era un gran ejemplo de manipulación a pequeña escala y populismo de perfil bajo, pero muy eficaz entre los descontentos que se dejaban llevar por la turba y su turbulencia.
No hay que confundirlos con los denominados por aquel entonces youtubers que eran muchos más influyentes en la masa juvenil, pero sus objetivos eran bastante diferentes —enriquecerse, hacer mofa, un camino para huir de la soledad—.
El adicto al speakselfie solía pertenecer a un colectivo del sector público —médicos, profesores, funcionarios—, de la comunicación —blogueros, periodistas, tertulianos— o del sector servicios —transportistas, taxistas—. Una de las divisas fundamentales de este tipo de opinólogos era un supuesto sentido común que solían confundir con lo que pensaban ellos, o creían que pensaba su potencial público. Los temas eran lugares comunes variados y tendentes a la demagogia: robo de las arcas públicas, asuntos deportivos —sobre todo futbolísticos—, la red de carreteras, noticias coyunturales y paranoias personales.
de Compendio de modos y costumbres de principios de milenio (Ediciones Martínez Roca, 2087)
de Compendio de modos y costumbres de principios de milenio (Ediciones Martínez Roca, 2087)
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