viernes, 1 de noviembre de 2013

Una defensa de Halloween. Rascar un poco no está mal.


Visión judeocristiana de Halloween. Hacer pactos con el Diablo mientras toman el té.
Quizá no sea yo el más indicado ―por mi  condición de eterno iconoclasta― para defender una fiesta que en realidad ni me va ni me viene. Cuando era un crío, y la globalización no había llegado a mi pequeño pueblecito en vías de desarrollo, veía eso de Halloween como una cosa de disfrazarse de los niños americanos que iban a pedir cosas a las casas y que daba ocasión a las adolescentes de vestirse como meretrices ora diabólicas ora vampiresas. Y ya está. Hoy en día, como todo, Halloween se celebra en todos los sitios del Occidente “Civilizado” y en Latinoamérica, hablando de terruños no anglosajones. Es por las ganas de cachucheo que tiene la gente, pues ya se celebra hasta el día de San Patricio, el que libró a la Isla Esmeralda de bichas. Dentro de algunos años veo a la gente asando un pavo para Acción de Gracias de la manera más tonta. Total ¿a quién no le gusta comer hasta reventar y pelearse en familia como anticipo de la Navidad
Los celtas y sus costumbres. De aquellos barros vinieron estos lodos
Como cualquier fiesta, ésta tiene su origen en los atavismos olvidados. En España la cosa va de Don Juanes Tenorios e ir al cementerio a limpiar las tumbas con Cristasol, aunque recuerdo que el día 1 es el de Todos los Santos, que el de los Difuntos es el día 2. Pero bueno, una fiesta cristiana más que ha perpetuado costumbres viejísimas de pueblos de los que ni nos acordamos. Al igual que la Navidad  viene de mano de las Saturnales romanas, y éstas a su vez, de la celebración del solsticio de invierno. Lo mismo pasa con el actual San Juan, para festejar el solsticio de verano, con hogueras que instante insuflar al sol la energía que le falta, pues como sabemos todos, a partir de este día los días se acortan. 

Las cosas que le cabían en la cabeza a Edgar Allan Poe.
Con esa frente, cualquiera.
Pero vayamos al meollo. Halloween, aparte de ser esa fiesta yanqui, es una reminiscencia de un mundo precristiano y prerromano. Es una fiesta pagana celta que significaba el fin del verano y de la cosecha. En la dimensión mágica era un día en que nuestro mundo se fundía con el mundo de los espíritus y de la muerte. De ahí deriva pues toda la parafernalia de monstruos y telarañas que nos invade durante estos días.
Enlazamos, como no podía ser de otra forma, con eso que se llama el cuento de terror anglosajón ―y de todo el orbe con ramalazos celtas―, que se inició a mediados del siglo XVIII y que tiene su culmen en la Inglaterra victoriana, y en los Estados Unidos, hasta bien entrado el siglo XX. Nuestras lecturas, refiriéndome siempre a la de los amantes de las narraciones de miedo, deben mucho pues a esta fiesta, pues su simbología impregna los relatos que tanto nos gustan. Los ambientes morbosos, los cementerios, las casas o castillos encantados, los fantasmas derivan de ese mundo antiguo, donde la realidad se mezclaba con la imaginación y la idea de la muerte de nuestros antepasados. Integristas católicos en estas fechas hacen circular estupideces sobre que Halloween es una fiesta demoníaca que incita a la brujería. El tamiz de la religión que criba la mitología ancestral  otra vez a través de su luz de malla sobre los usos antiguos, demonizando todo lo que no conduce al redil de los bienaventurados. Los románticos ―sensu stricto, no el ideal empalagoso mutado de una amor cortés para cursis de la actualidad― a los que el morbo y la necrofilia les llevaron por los senderos más oscuros del alma, asimilaron bien aquel revoltijo de leyendas, que las brujas ―señoras paganas que no iban a la parroquia y que no eran necesariamente malvadas― habían transmitido de generación en generación, con sus historias y sus pócimas curativas. Y por supuesto, la adivinación por uso de sustancias que hoy las leyes llamarían drogas. Como venimos observando todo tiene que ver con algo tan natural como los solsticios y equinoccios, que marcaban ―y marcan― la vida en los tiempos neolíticos y de la edad de los metales. Ciclos y más ciclos. Sin este background, Poe no hubiese escrito sus escalofriantes relatos. Ni tan siquiera Bécquer, tirando para casa. La influencia del de Baltimore es notoria en los escritores de terror sucesivos, hasta llegar a Lovecraft, o más recientemente a Stephen King, por mentar una mega estrella del género. 
Los seres intermedios como duendes ―que no dejan de ser lo que hoy denominamos poltergeist―, los del más allá, los fantasmas o los demonios del inframundo acuden a la Tierra. Los celtas apagaban los fuegos del campo, y los encendían en sus casas, dando paso al tiempo oscuro del invierno. 

Cosas que ocurren en Walpurgis,
 idealizadas por Falero.
No da casi miedo, ¿verdad?
Cabe señalar que una noche similar ocurre el primero de mayo, la noche de Walpurgis, también relacionado con la tradición celta del paso de la primavera al verano, y en la que el mundo de lo sobrenatural se mezclaba con el de los vivos, mediatizado sobre todo por las brujas.  Las referencias a esta noche son constantes en la literatura vampírica y de terror. El invitado de Drácula de Bram Stoker sería una muestra perfecta de lo que acontece en esa noche. HPL hace que en esta fecha los habitantes de Innsmouth celebren ritos en el Arrecife del Diablo.
¿A dónde quiero ir a parar? A que no hay que ser ten simplista con los que aparentemente es sólo fuego de artificio. Todo, o casi todo, tiene un trasfondo auténtico, genuino. Dudo mucho que los antiguos druidas pensaran que el Samhain sería sólo una excusa para pedir caramelos y hacer el chorras. Y también para que nos miremos al ombligo, ya que esta tradición ha sido celebrada en nuestro país hasta hace cuatro días, como aquel que dice. Sería bonito que se mantuvieran esas tradiciones, pero como muchas se han perdido.

Y lo más importante aún, en el mundo global, nadie está exento de influencias externas. Yo soy andaluz, pero me gusta más el hillbillie que el flamenco. Por eso en la mejor línea de literarura de misterio celebro Halloween, el día que los muertos tienen permiso para andar por la Tierra, porque es fecundo su limo, en esta inundación de finales de Octubre, y hacen que nazcan obras maestras del terror, siguiendo los parámetros que un día celebraron un pueblo del cual derivamos en gran medida, y que nuestra cultura judeocristiana trata de amordazar.

En la página de Facebook Tú, Adolescente católico no se muestran partidarios.
Trick or Treat, pues, como dicen los niños americanos. Algunos los traducen como Truco o Trato, aunque qué quieren que les diga, me quedo con el apocalíptico Susto o Muerte.



¡Feliz Halloween, descreídos!

No hay comentarios: