viernes, 16 de enero de 2009

MOTOZEN


Sonará frívolo (lo mismo hasta blasfemo) pero uno de los momentos (fuera del sueño) en que más cerca me he llegado a sentir de la descreación zazen (al menos, por lo que he leído y me han contado) ha sido (no siempre, también es verdad -sólo en contadas ocasiones, sobre todo entre el 2002 y el 2004-) al viajar en moto por el paisaje de roca de un videojuego, paisaje que identifico con esas extensiones del Asia interior limítrofes con Siberia en las que hoy viven algunos de los sujetos más duros del planeta. El juego lo incluía el cd de WINDOWS 98 y supongo que mucha gente lo conocerá, incluso habrá quien lo considere obsoleto. Yo lo volví a instalar en el XP y, de vez en cuando, si busco liberar toxinas sociales y encararme con el infinito así como afinar mi a menudo dispersa concentración, me subo a la moto y recorro esos paisajes desiertos, en diálogo con el cielo, con la piedra, con las montañas del fondo (la iluminación, repito, ya nunca ha vuelto a ser tan intensa como en la época mencionada pero me sigue valiendo, en su tono menor). Por supuesto, el programa lo uso mudo porque el petardeo, con su tufo vano de autocomplacencia motera, me disturba. Al mando de mis dos ruedas, no me creo un Dennis Hopper espitoso y maltratador sino más bien un Robinson motorizado que se aferra a su cabalgadura como un jinete pálido enemigo de la gente y sus decepciones, como un solitario amigo de soledades.



1 comentario:

lapera dijo...

una amiga mía me pasó el enlace de para ti, tú, tu cantando, tu cantando ya hace algunos años...

pero, igualmente fascinante, todo eso, a pesar del paso de los años...