miércoles, 26 de noviembre de 2008

POLA Y EL FRONTISPICIO


Una seguidora del LUMINAR, Pola, nos hizo llegar, de la mano de Tiffauges, muy ajustadas ideas para renovar la cabecera amén de un espléndido bagaje de reflexiones e intuiciones expresados previamente en este IMAGINATIO VERA. Por problemas de tiempo y extremo rigor en su compromiso (ella sí que no tiene madera de quiste y, si entra en un blog, es para dar lo más y mejor de sí, nada de medias tintas ni promesas a medio cumplir), declinó de momento incorporarse a la OTRA GENTE luminarca aunque demostró seguirnos con atención como queda claro en esta entrada.



La idea inicial concebida por Dildo y un servidor. Juanjo (AKA Munjoie) la redimensionaría para adaptarse mejor a la estructura visual del blog.



Otra sugerencia de Pola. La más celebrada estéticamente cuando la mostré a los luminarcas en el Foro CAFEXPAN.



No tan detonante como la anterior en cuanto a impacto visual pero más rigurosa en el concepto. Sólo Dildo la defendió como favorita pero su defensa me hizo pensar en que, dada la condición entomológica de EJ en sus relaciones con la Naturaleza y la humanosfera, amén del simbolismo que para el mundo shadowliner tiene la mantis como alegoría zoomorfa de la hipocresía y el doble pensar actual, esa imagen de Jünger podía tener más enjundia que otras propuestas.


Juanjo, a lo largo de estos meses, había estado trabajando, a petición mía, en variaciones para la cabecera que incluyesen el lema corazonesco PARA OTRA GENTE. Sus ensayos, amén de su sugerencia última de usar la tipografía Didot (por la que EJ tenía un gran apego), fueron recogidos por Pola en su diseño final. De esta síntesis entre los trabajos de Pola y los de Juanjo nace la nueva y mejorada cabecera del Luminar.


domingo, 23 de noviembre de 2008

EL BELLO SUICIDIO

Curioseando en ese banquete babilónico que es UBUWEB, me he encontrado con Yûkoku: The Rite of Love and Death, un cortometraje dirigido por Yukio Mishima en 1966. Son 30 intensos minutos en los que se anticipa claramente el célebre suicidio ritual que llevó a cabo cuatro años después. Fue por eso que tras ello su mujer Yoko destruyó todas las copias existentes de esta película. Sin embargo, en el 2001 apreció un negativo que sobrevivió contra su voluntad y gracias a eso hoy podemos alimentar más si cabe nuestra fascinación (o, en otros, repulsión) por el último samurai. Aquí está:

Yûkoku es la única ocasión en la que Mishima se puso detrás de una cámara. La puesta en escfena es algo amateur, pero muy eficaz, minimalista y cortante como el filo de la katana. Todo se desarrolla en un escenario de teatro Nô, desprovisto de lo accesorio. Tan sólo se ve, en la pared del fondo, un cartel con un ideograma pintado, y un cuadrilátero que hace las veces de cama durante la escena de sexo. A la izquierda, el hashigakari, ese pasillo por el que los actores del Nôh se dirigen hacia el "mundo de los vivos". Sin embargo, no podemos encontrar los elementos de ese arcaico teatro en toda su ortodoxia: lo gráfico de las escenas violentas y la naturaleza de las actuaciones se aleja muy mucho de él. Yo solo puedo ver aquí un deseo, por parte de Mishima, de fijar ese destino en celuloide, y el despojamiento del Nô le sirve ante todo para centrar la atención en el acto del seppuku. Casi no podemos ver los ojos de Mishima, ocultos tras la visera de una gorra; pero sí muestra por unos instantes (cómo no) su cuerpo musculoso, trabajado a conciencia para después destruirlo en su obra final.

La historia casi nos la podemos imaginar: resumiendo (ya se explica todo en unos pergaminos escritos en inglés, que se desenrollan frente a la cámara), trata de una pareja unida por la muerte. Él es un militar fiel al emperador, que está implicado en un golpe contra el "corrupto" gobierno actual; sus camaradas lo ocultan por el amor que siente hacia su esposa. Pero el golpe fracasa y este, incapaz de asumir la obligación de liquidarlos, decide sacrificarse. Su esposa le sigue en ese sacrificio. La música que acompaña las imágenes es una crepitante grabación del Prelude und Liebestod de Richard Wagner, una adaptación orquestal basada en extractos de su ópera Tristán e Isolda. Parece ser que Mishima estaba muy complacido con esta elección, que amplifica la resonancia de las imágenes con la "muerte de amor" de Isolda.



Recomiendo echar un vistazo a esa web, es impresionante. Y ya de paso recomiendo también esta grabación del Tristán.

domingo, 9 de noviembre de 2008

GUILLAUME APOLLINAIRE

“Corazón mío ennoblezcamos la imaginación
frecuentemente la humanidad carece de ella
en todo esto el vicio no es sino una ilusión
que sólo engaña a las almas vulgares”

Guillaume Apollinaire: un figura al que no se ha dado la importancia que merece, y eso que ha sido objeto de un sinfín de guiños, dicho sea de paso algunos malintencionados como balas. Tiró de frente europeo para dar cuerpo al tan manido término de vanguardia (avant garde); entendió que las situaciones límite propician abandono de lastre y ascensión creativa; quebró la cabeza de los impresores al estampar sus caligramas… (caprichos de la letra sobre la geometría que luego pueden sorprendernos en Jardiel Poncela).
Y todo para más tarde la historiografía del arte cebarse con disimulo en él, porque se empeñó en llamar a todo cubismo (entre otras menudencias). No le perdonaron tanta contradicción tan bien traída. Él, cuya estética tan lejos estuvo precisamente del movimiento que a mí se me hace más antipático, fue precursor del surrealismo (y de nuevo posible inventor del término), para poco después ponerse del lado del metafísico De Chirico – la revisión surrealista del renacimiento italiano más cercana a la de Dalí- , y no creo que sólo por ser un francés un tanto italiano (De Chirico salió tarifando con el prepotente y de nulas miras -vamos, nada visionario- Breton).

Apollinaire, valiente en su concepto y su análisis y su descripción y su goce del sexo como un Baudelaire en la Guerra del 14: mucho en su vida fue, desde su nombre, cuestión de elles. Y como Baudelaire, crítico de arte, y sobre todas las cosas, poeta. La guerra del 14, decía, una guerra que vive en la otra cara de la misma moneda -la de Cèline, tan desesperada en la noche-, donde Apollinaire se maneja con más ingenio ¿o ingenuidad? al hacer acudir como acompañante el amor lejano y anhelado, paraíso perdido traído a la trinchera. Entre medias se me desdibujan los problemas que tuvo por su ideología y postura ante la guerra, de un puntapié lanzada a un extremo: su aura anarquista se transforma en cerril patriotismo a la francesa. Es la misma guerra que hace que cuando más tarde (reconozco que tardía) descubro a Cèline, encuentre en éste ecos de aquel.

photoclaroscuro

“Hace noventa años de su fallecimiento” (nueve del once del dieciocho) leo en la prensa en estos días, y lo agradezco, no tanto la noticia como la remembranza. Se ha festejado con la edición de las Cartas a Lou, dicen que inéditas por aquí. Íntegras no las conozco, pero sí, con las limitaciones de la traducción que casi siempre mata la poesía, parte de las mismas en unas “obras escogidas” que compré, en cierto modo movida por la sorpresa, en una feria de libro de ocasión (fecha 2002, lugar Teruel). Puede que a Apollinaire le hubiese hecho gracia, cerca de un frente, tan irónico y fortuito (como son los del amor) encuentro.