No hace mucho, tras comentar con la pantera Esther su lectura del RIZOMA de Deleuze y Guattari, yo señalaba cómo en su momento esa tesis me provocó rechazo por mi temperamento mayormente vertical (visceralmente escatológico, abrazando como Dugin desde lo celestial a lo abisal -esto es, la vía zurda- y sometido inexorablemente a mi karmafrenia unamuniana) aunque reconocía que, en la praxis, lo horizontal (y ponía como ejemplo esa isla tentacular llamada Singapur) es lo que se impone.
Más tarde, en duermevela (cuando suelo desarrollar muchas de mis reflexiones) pensé que, si en el plano temporal creo en la clave espiral frente al falso dilema de lo lineal "progresista" versus la esfera del eterno retorno, en el plano espacial esa clave que conjugase árboles y rizomas, verticales y superficies, sería la diagonal. Tanto los viajes al centro de la tierra como las travesías interestelares, más allá de los breves momentos de ascenso/descenso vertical en el inicio, se plantean en diagonal para mejor profundizar. Sólo en el plano estrictamente Trascendente la verticalidad en tanto simbolismo escatológico tiene sentido.
Una vez más, frente a la oposición falaz entre lo Sacro y lo Profano (que acaba por generar inútiles conflictos pendulares entre fundamentalismos y decadencias y pretende resolverse con pseudosacralizaciones de lo profano, caso del transhumanismo -caricatura satánica de la cátara descreación weiliana-), la síntesis perogrullesca, que abarca materia y espíritu, resuelve y abarca el todo.
Desde la vivencia de un tiempo en espiral y un espacio a explorar en diagonal, la escatología trasmundana se enriquece con su dosis de panteísmo y rescatamos del demonio tanto el mundo como la carne.
EJ, desde su mirada entomológicamente teologal, creo que sonreiría cómplice ante estas consideraciones.