Carecer de libros propios es el colmo de la miseria.
Benjamin Franklin
Ostras, fíjate, éste lo ha leído un filipino transexual que hace skate, ¡total! |
Por ahí, en el mentidero facebookino,
se encuentra uno con cosas bastante raras. Sí, hay gente pá tó que
decía el torero. Ya son las noticias que llegan a mis oídos sobre
el bookcrossing, esto es, dejar libros para que las gentes los cojan
y haya regocijo, y después los recolectores, una vez ojeado el
mamotreto en cuestión, lo dejan por ahí para que otro lo encuentre
y haya regocijo de nuevo. ¿Es la hecatombe de la cultura? ¿Es eso
de la cultura es gratuita que tanto se repetía en la empalagosa
Transición? Porque, a ver, ¿no hay acaso bibliotecas? ¿no
venden ya las librerías? Y es más ¿no han ideado esos cachivaches
infernales a los que les cogen millardos de libros, más o menos la
mitad de la producción de César Vidal? Sigo perplejo. La
gente quiere darle un misticismo, misterio, un jiji jaja, al asunto,
que es como ir a comprar droga porque te gusta ir al poblao a ver el
ambiente. Eso devalúa el objeto libro. Los libros se han dejado
siempre -muchas veces pidiendo el dni en prenda-, se han regalado en
Navidades, incluso se han comprado para adornar estanterías. ¡Se
han robado! La historia de un libro es bonita si es un ejemplar de
una edición del s. XVI que se salvó de la hoguera porque un judio
converso de los que lamía tocino por las calles lo escondió en una
falsa pared. O ese libro firmado por el autor en estado de embriaguez
en un bar de viejos a las cinco de la mañana. Pero es que estos
modernos quieren hacer de una edición en rústica un caso CSI.
Acabarán analizando el ADN de todos los miasmas de los que hayan
manoseado una edición barata de cualquier librucho de Ray Loriga,
es un poner. Yo no utilizo las bibliotecas, porque soy “joven” en
edad de coleccionar y mi principal pasión es tener muchos libros,
pero las defiendo a capa y espada. Son necesarias en las sociedades
modernas... en las postmodernas, los hipsters, con sus gafas de pasta
y sus bolsos locos, con sus extraños sombreros y su búsqueda
perpetua del malditismo más superficial necesitan un extra, porque
si no las cosas son como aburridas.
El añadido liberador |
El libro es continente, es
contenido, es olor a tinta, o es aroma a viejo amarillo, se puede
encontrar en todos los sitios donde aún haya un atisbo de esperanza
para la raza humana... como diría el controvertido Günter,
todos, hasta los más malos, todos los libros, son sagrados. No
tienen que compartir esta visión conmigo o con Grass, pero la
banalización, esa burdo intercambio, no sé a que conduce.
Idealización de lo rancio |
Ya
mismo un libro será un objeto raro en el mundo PDF. Amenlos,
acaricienlos, lo que hay dentro es lo importante, pero no deja de
haber un trabajo detrás. Y muchas veces, un buen gusto por la forma,
por el papel, por las tintas y grabados. A lo mejor, ustedes que no
se han manchado las manos de tinta me dicen que soy un exagerado.
Puede ser, nos estás restringiendo nuestra libertad de hacer el
guay. Nada más lejos de mi objetivo. Hagan lo que les salga del
ciruelo. ¡Quémenlos si quieren! Ya sabemos quienes son los que
queman libros. Al final, acabaremos reescribiendo, en formato Kindle
de gran calidad que nos pasaremos por iCloud, todo. Y puede
ser que mañana ni existas. Aunque claro, para eso tendrías que
salir en un libro.