Una cosa entre Lampedusa y El Bosco. Un servidor iba con cierta expectativa de encontrarse con un panorama constituyente y se encontró con que aún no es tiempo de Suárez, sino de Arias Navarro. Gritos varios de indignación (curiosamente, el portavoz oficial de los indignados de SGAE no estaba para nada indignado: se limitó a llamarnos con voz muy calma y mesurada cavernícolas por no hacer el suficiente uso de Internet y ale, a otra cosa). Varios templagaitas (Fermín Cabal, Mercedes Ferrer, el inefable Sabino Méndez –hoy en plan casual, levemente desmelenadito, sin su look engominado de otras veces a lo Luis Alberto de Cuenca-). El mentón entre Mussolini y Capone de Antón Reixa vigilando la asamblea con aire de celador de prisiones (le faltaba el bate de baseball para explicar su pedagogía de las cosas). La aviesa mirada corleonesca, entre irónica y hastiada, de Víctor Manuel presidiendo la mesa capitoste. Caco Senante a punto de explotar en plan la secuencia final de EL SENTIDO DE LA VIDA (en contraste con un espiritado Pepín Tre –a quien hubiese votado con fruición de haberse presentado, igual que a Jorge Martínez, ausente porque, si llega a estar ahí, corre la sangre y con razón y aplausos de buena parte del aforo-). Una pasada previa por el escenario de Ramoncín antes de empezar el evento, cada día con un perfil más oblongo, entre moneda alejandrina y Jack Palance. ¿Intervenciones decentes?: el aullido ético de un señor muy mayor que, directamente, impugnó a la mesa dirigente in situ, sin más hostias (y que después tuvo un amago de wrestling con Miguel Ríos, el Elmer Gantry del rock patrio, que se sintió herido en su pundonor y probidad por algo que dijo el anciano); las denuncias de Manglis, justas pero demasiado emocionales y atrompiconadas; y la más cargada de sentido a la larga, el speech tecnocrático (lo digo sin retranca, en el sentido más jüngerianamente planista de la expresión) de Paco Ortega, pero precisamente por ello, inviable en aquella situación, donde las alternativas a votar eran la lampedusiana candidatura de las lentejas (Víctor Manuel, Antón Reixa, Sisa… hasta algo llamado TEDDY SOUND –encima, recochineo teniendo en cuenta que se supone era la candidatura del cambio consensuado-) frente a la atomización, justísima pero completamente disfuncional, de cada loco con su tema. Por mi parte, no tenía sentido perder mi virgo electoral de socio abstencionista impenitente con semejantes mimbres. ¿La única esperanza?: que algunos de los que seguramente salgan elegidos por sí o por también sean objeto de la atención judicial lo mismo que su compi hasta hace dos días, el paisano del Caco tan elegíacamente recordado en su momento por ese cantor de los patricios en desgracia del pop/business llamado Diego Manrique. Que templagaitas y rupturistas, tras ese momento, comiencen los Pactos de la Moncloa y la elaboración de una Reforma en profundidad, sin más dictablandas ni parcheos de ocasión (por cierto, en la fila de delante tenía a la mismísima Rosa León, que cantó en otro tiempo una canción muy vigente para la ocasión, RETALES, CHAPUZA Y PASTICHE -¿se acordaría de ella hace un rato o han pasado muchas vidas desde entonces?-).
Y este su reportero más dicharachero se fue nada más comenzar la votación y aquí les deja estos apuntes gráficos tomados con el boli y el bloc encarpetado que nos regalaron a los asistentes (además, me encontré un céntimo de € en la toilette: no fue del todo un día perdido).
martes, 20 de septiembre de 2011
DE VUELTA DE LA ASAMBLEA EXTRAORDINARIA DE LA SGAE
Publicado por el zurdo a 20:29:00 2 comentarios
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